01 julio, 2006

En busca de la Nieve PARTE 4

(Esta foto era a la izquierda) Se ve negra la roca, y la nieve se ve cerca, pero en realidad había un abismo entre la tierra y la nieve.



Me di media vuelta y comencé a devolverme. ¿Cuántas veces estamos cerca de lo que queremos y tenemos que tomar la decisión de abandonar?

Tal vez sea alguna ley de la vida, no lo sé.

Sé que mientras uno se preocupe por conservar su integridad y su vida puede darse el lujo de abandonar. Siempre y cuando tenga en la mente que algún día, en algún lugar, alcanzará eso que quiere. No quiere decir que no sea triste, siempre será triste, pero sé que se me pasará ésta tristeza.

La emoción de ese instante en que me sentí perdido y sólo, creo que no la olvidaré. Y la grabé en el video para que cuando se me olvide pueda recordarla.

Hay momentos que marcan tu vida, y sabes que marcan tu vida porque en la noche no puedes dormir pensando en eso que ocurrió. Y yo anoche no podía dormir.

Pero bueno, me devolví y aquí estoy contándoles ésta historia medio triste, adjunté mas abajo otras fotos que tomé luego. Espero que antes de que termine el Tour de la Langosta pueda cumplir con mi objetivo y tomarme una foto en la nieve.

Bajando del refugio encontré a alguien que me tomó esta foto.

Llegué al carro y tardé como 10 minutos congelándome afuera hasta que me di cuenta que Manuel estaba adentro, profundamente dormido. Luego bajamos y me tomó ésta foto al lado del lago.

Aqui salgo con Manuel Topaipí, ¿Si ven que se parece a Lucho Garzón?

En busca de la Nieve PARTE 3

Si las segundas partes son malas, las terceras lo son aún más.
¿Qué les puedo decir?
No había nadie a mi alrededor, no había camino y yo sólo sabía que arriba cuando las nubes se corrían me dejaban ver un poco de nieve.

Al principio el suelo era de un polvo no muy fino de color gris ceniza. Los pasos se me comenzaban a enterrar y sentía que emientras mis pies se resbalaban en realidad me estaba regresando.

El oxígeno comenzó a faltar nuevamente y el viento estaba mas fuerte, en ocasiones tenía casi que acostarme para no sentir que podía salir volando, situación que con mi peso no habría sido muy difícil.

Después de un rato el suelo ya no era tierra, eran piedras color naranja que fueron cambiando de tamaño en la misma medida en que sentía que mi cabeza también lo hacía.

En un momento que paré a descansar tomé la siguiente foto hacia abajo.


Al sol a veces se le ocurría asomarse, y cuando lo hacía, el viento parecía detenerse y yo aprovechaba para avanzar.
Pero luego el viento se fortalecía y las rocas erán aún más grandes por lo que ya no podía caminar tan fácilmente. Comencé a andar como los simios, en 4 patas.

De vez en cuando me detenía y sentía miedo pero miraba hacia arriba y sentía que ya no estaba tan lejos, pero también miraba hacia abajo y sentía que podría perderme muy fácilmente.
En ocasiones sentía que si el viento me tumbaba saldría rodando sin poder detenerme.

La foto que sigue, la tomé mientras la niebla cubría la nieve en la cima.
Creo que la cuesta era como de unos 45 grados.

Creo que subí hasta los 5.000 metros, me faltaba el aire, y me sobraba mucho miedo.

Sentí que podría no regresar, sentí que mi sueño se alejaba y sentí muchas ganas de llorar.
Debí haber llorado, así de pronto mis lágrimas se habrían convertido en un copo de nieve y habría podido tocarla.

Me acosté en la ladera entre las piedras, saqué mi cámara y tomé fotos en los 4 puntos cardinales para poder documentar luego ¿por qué me devolvía?, y no sentirme tan mal por fracasar.

Tomé la decisión de regresar cuando aún me faltaban unos 300 metros que parecían 1 kilómetro. También tomé un corto clip de video con la emoción que sentía en ese lugar, tal vez algún día lo pueda publicar y lo puedan ver. Era una mezcla de cansancio, rabia y mucho miedo.

Esta foto era hacia abajo.

Esta foto era hacia mi derecha. Esta foto era hacia arriba.
Esta foto era hacia arriba (pero con zoom).

En busca de la Nieve PARTE 2

Mientras seguía subiendo también me tranquilizó ver que en las piedras a la orilla del camino había nombres anotados en tiza blanca.
Como no tenía con qué anotar, pero sentía que debía dejar mi huella, busqué una de las tantas piedras naranja que empezaron a aparecer y tracé una "A" en una roca plana.

Finalmente luego de mas o menos 30 minutos de caminar llegué a los 4.800 metros, preguntándome seriamente como hacen los alpinistas que van sobre los 8.000 metros.

Entré al refugio y encontré mas o menos unos 6 montañistas europeos, dos de ellos habían hecho cumbre la noche anterior y los otros se disponían a subir. Luego vi que muchos de ellos tenían comida y estaban cocinando algo en los fogones, yo caí en cuenta que no había traído nada de comer, ya era casi medio día.
Luego de un rato de hacer intentos fallidos para calentarme las manos y secar mi ropa, apareció una persona que no había visto, era un ecuatoriano que me ofrecio chocolate caliente y sopa de verduras por $US 4.


Pregunté entonces a cuánto estaba el segundo refugio, y me contaron que allí no había segundo refugio, que el primer "refugio" era el estacionamiento y que el segundo era ese donde nos encontrábamos en ese momento.
Pero la nieve yo la veía lejísimos y sentía que tenía que llegara a ella.

Luego de 40 minutos salí y encontré una guía ecuatoriana muy amable que me dijo que la nieve no estaba tan lejos, que por ahí a 40 minutos podría encontrarla si caminaba por la derecha donde había camino.

Me aventuré entonces a salir sólo. La señora tenía razón, había un camino, pero luego de 10 minutos el camino se acabó y sólo encontré un abismo al frente. Entonces decicí comenzar a subir. El abismo es el que se ve en la foto.

En busca de la nieve PARTE 1

Antes de partir hacia el Cotopaxi everigué con muchas personas acerca del modo para llegar hasta allí. Había algunos que me decían que era fácil, otros, que era difícil, yo sabía que difícil o fácil quería estar allí y tocar la nieve.
La última persona con la que hablé dijo que era prácticamente imposible llegar hasta allí si no tenía vehículo y que debería contratar un tour.
Salí el viernes a las 7 AM hacia la zona Amazonas, un lugar en Quito que está lleno de oficinas turísticas y la primera la abrieron a las 8 AM, con la noticia de que los tours habían salido a las 7:30 AM y había que contratarlos con al menos un día de anticipación.
La mujer que atendía me dijo que podía llegar sólo. Lo único que debía hacer era tomar un bus en el terminal que me llevara a Latacunga, una ciudad ubicada luego de la entrada al Cotopaxi, y allí rentar un auto que me llevara hasta el parque.
Hice lo que me indicó. Lo único que olvidó advertirme era que el Cotopaxi tiene 2 entradas, una al norte y una al sur, yo me iba a bajar en la entrada norte pero nadie en el bus me dejó, y me advirtieron que la entrada era por el sur. El conductor del bus no quiso parar en la entrada Sur porque iba muy rápido, al final me dejó a 1 kilómetro que con la emoción no tuve problema en caminar. Aquí les adjunto la foto que llamé "En medio de la nada, ¡Porque la Nada si existe!".


Llegué entonces hasta la entrada del parque y allí efectivamente se rentaban camionetas.
Cuando pregunté cuánto costaban me dijeron que $US 40. Afortunadamente la señora de la agencia turística me había advertido que máximo cobraban $US 20, entonces logré negociarlo por ese valor.
Me subí a una camioneta relativamente nueva, conducida por Manuel Topaipí, un ecuatoriano de raza indígena muy parecido a nuestro ex-concejal Lucho Garzón, (si no saben quién es, en la otra entrada, cuando vean la foto, lo van a reconocer) y muy amable.
Condujo por alrededor de 40 minutos, en el camino me contó que en el parque aún se podían ver pumas, venados, cóndores y lobos, yo sólo vi un conejo silvestre, pero creo que es cierto lo demás.
Avanzamos casi todo el tiempo entre curvas hasta que nos topamos con una recta que habría un gran espacio al frente y yo estaba distraído mirando hacia adelante y tomando la foto que adjunto abajo, cuando me di cuenta de que me estaba perdiendo de un espectáculo a mi derecha.
Era el Cotopaxi que finalmente descubría su manto de nubes para dejarme ver su rostro imponente. Se veía hermosísimo y a mí se me henchía la panza de pensar que estaba cerca de tocar la nieve. A la izquierda se asomaba un lindo lago que fotografié al regreso y en su ribera se alcanzaban a ver caballos salvajes con su crin peludo y denso.


Después de la gran recta comenzamos a subir en curvas y tuve que cerrar la ventana para evitar que el polvo se metiera entre mis ojos. Mas o menos recorrimos 20 minutos más serpenteando en subida hasta que llegamos a un "estacionamiento" en el que había algunos carros. Ahí fue cuando Manuel muy amablemente me dijo -Hasta aquí llegamos!- y me pidió que me bajara del vehículo y caminara en línea recta hacia arriba, que tuviera cuidado porque había abismos a lado y lado y que mas arriba encontraría un refugio.

Estaba haciendo muchísimo viento y también llovían pequeñas gotas que se estrallaban con fuerza en mi cara. Por alguna razón que no podría explicar, me había aventurado hacia el Cotopaxi sin comida, sin guantes y sin gorro. Afortunadamente en el camino de subida, Manuel se detuvo en una pequeña tienda de palo en la que compré un gorrito negro con un logo mal bordado que decía "Parque Cotopaxi", y que agradecí mientras caminaba.

Comencé a andar muy rápido porque seguía con muchas ansias por llegar. Según lo que me habían dicho la nieve se podía tocar desde un supuesto segundo refugio y yo estaba decidido a llegar hasta él. Pero cuando había avanzado 50 metros sentí que el aire me faltaba y tuve que reducir la velocidad y empezar a dar pasos lentos. La lluvia ligera en unos segundos me empapó la ropa y el agua se comenzó a mezclar con mi mocos que se me escurrían sin que me diera cuenta (cosa que no importaba mucho porque toda la mezcla se la llevaba el viento, ¡Algo de mi se quedó en el Cotopaxi).

Después de un tiempo me di cuenta que la cámara que tenía en el bolsillo se estaba mojando y me descolgué el morral para guardarla pero el viento casi se la lleva a hacerle compañía a los mocos.

Ahí ya comencé a asustarme un poco y a sentirme un poco solo, porque veía que nadie más subía conmigo, pero avancé un poco más y desde lejos alcancé a ver el refugio.

Nadie me había advertido que estaba tan arriba.

Voy a seguir narrando en la segunda parte.

29 junio, 2006

Mi sueño desde lejos...

Ayer fuí al mirador de Quito, un lugar al que se llega en teleférico a más de 4.000 metros de altura. Desde allí se puede ver que ésta ciudad parece ser un medio círculo alargado y lleno de gente, con un guardían de cabello blanco que cuida las almas que aquí respiran.

Hace años que he querido conocer la nieve, incluso he soñado en las noches que la toco y juego con ella, mañana espero llegar a la falda del Cotopaxi y morirme del frío mientras me lanzo en eso blanco que imagino suave y esponjoso y que tal vez no sea más que un poco de agua en polvo. ¡¡Mañana voy a conocer la nieve!!

27 junio, 2006

Con el Japonés

Una de las principales razones por las que tomé la decisión de viajar fue porque mi amigo japonés, Koji Hirota, iba hacia Suramérica y yo podía irme con él.

Luego ocurrió que mi amigo salió mucho antes que yo y tuve que viajar sólo hacia Quito, además de esto, pasó casi una semana hasta que ayer al fin nos pudimos encontrar y salir a pasear un poco.

Fuimos al Centro Histórico juntos y a pesar de que yo ya había ido, con él me atreví a ir un poco más lejos y visitar algunos sitios que parecían inseguros. Fue muy gracioso ver como él no temía meterse incluso a casas que simplemente tenían la puerta abierta, casi en cada esquina compraba algo de comer o de tomar (yo tenía miedo de hacer eso por temor a intoxicarme), y capturamos muchas fotos sacando la cámara en todos lados porque sabíamos que no estábamos sólos.

Debe ser por eso que buscamos una pareja, que buscamos amigos y que nos relacionamos. Debe ser que somos humanos. Debe ser que nos gusta estar acompañados para sentir que no estamos tan locos.

Ayer mismo me despedí de Koji y no se cuando volvamos a encontrarnos, se que se ha enamorado antes de partir de Colombia y que quiere volver pronto. Es extraño como a veces el amor nos libera y a veces el amor nos atrapa aunque creamos que tenemos alas, lo cierto es que este viaje continuará sin el japonés pero acompañado por el mundo, y por todos ustedes que me leen y me escriben tantas cosas lindas.

Le ruego a Dios que no se me olvide que debo caminar despacio, que debo golpear las puertas que me atraigan y comprar comida en la calle.

Esto era choclo desgranado con una salsa que mas bien parecía agua rosada y que sabía a picante, estaba como rico.
Cuando nos tomamos ésta foto me acordé que también podía salir sin sonreir en las fotos.
Koji mirando unas escaleras hacia lo desconocido.

En el callejón de la muerte.
(Si te descuidas, las paredes se juntan hasta espicharte)

Koji sólo como un hongo.

De Paseo

En la mitad del mundo.


En la noche

En el Parque

¿Qué se Siente?

Recibí a mi blog un mensaje de alguien a quien aprecio mucho y que me hacía la siguiente pregunta:

¿Que se siente cambiar el estresante día a día de una oficina frente a un computador y con el "Andrew, ¿ya esta listo? ¿qué mas falta? por una relajante, divertido y envidiable viaje?

Tengo que decir que los casi 3 años que pasé laborando como empleado fueron de un gran aprendizaje, con momentos de mucha presión que forjaron en mí grandes habilidades. Con personas a mi alrededor que me formaron como un verdadero profesional y me entregaron su cariño y su aprecio. Personas a las que llevo en mi corazón.

Pero cuando recibí ese correo recordé que desde que dejé de trabajar ya no estoy bursando (apretando los dientes inconscientemente), signo típico en las personas que sufren de estrés y razón por la cual usaba una prótesis en las noches para no terminar con los dientes pequeñitos. También recordé que me estoy levantando una hora más tarde de lo habitual y que todos los días almuerzo y ceno en lugares diferentes.
Recordé que en la última semana había tratado a más personas de las que había conocido en 3 meses, pensé también en los paseos que me he dado por los muchos parques y plazas que tiene Quito a las mismas horas en las que acostumbraba estar sentado en mi oficina trabajando.

Mi trabajo fue lo mejor que me pudo pasar en el tiempo en que ocurrió, pero tengo que decir que estos días he recordado lo lindo que es tomar el sol mientras camino hacia la nada, lo bueno que es saborear cada bocado de un buen almuerzo corriente, y lo maravilloso que es despertarse cuando el sol me golpea en la ventana.

Sé que seguramente un día volveré a una rutina de trabajo como independiente o como empleado, no importa, tampoco importa arrancar en viajes como éste, lo que cuenta es tomarse la vida más despacio, recordando que hay cosas mas allá de las responsabilidades del trabajo, que afuera hay un mundo que espera para que lo descubramos, tener siempre presente que vivir es delicioso y que de nada vale estar en éste planeta si no vamos a detenernos ni un segundo a mirar el cielo, escuchar la lluvia o quedarnos en la cama un rato.

No se por qué no pude publicar las fotos.

24 junio, 2006

De regreso al zoológico





El zoológico de Quito tiene más animales de piedra que reales, sin embargo pude hacer algunos amigos que coloqué en las fotos. (Para los que estaban interesados en el casting de niñas les recomiendo la niña morenita que está posando con una sonrisa tierna, por cierto, es vegetariana).

Llegar al zoológico no es tan fácil como en otras ciudades. Se debe tomar un bus que prácticamente toma la ruta de regreso hacia Tulcan y toparse nuevamente con montañas y abismos. Después se debe pagar a un servicio de camionetas para que te lleven hasta las puertas del Zoo.

Como lo dije arriba, me desilusionó un poco no encontrar muchos animales, aunque no puedo negar que me emocionó ver a la tortuga de las islas galápagos y a un jaguar que se acercaba muchísimo a la maya y rugía como si quisiera lucirse frente a la cámara, de resto creo que aunque las instalaciones son buenas no se puede encontrar gran variedad de animales.

La salida fué mas emocionante. Después de llegar a la carretera principal de Guayabamba (Pueblo donde está el Zoológico), vi el bus que creí que debía tomar y me subí sin leer lo que decía en la parte de adelante. El bus comenzó a andar y noté que tomaba un rumbo distinto al que esperaba, pensé que se alejaba de Quito, entonces pregunté muy asustado al asistente del conductor cual era la siguiente parada a lo me contestó que era en el peaje. El bus anduvo mas o menos 20 minutos más y yo estaba angustiado de ver como me alejaba de mi destino.

Cuando llegamos al peaje me bajé corriendo y atravesé la carretera que parecía estar en medio de la nada, entonces pregunté a alguien qué bus podía tomar para regresar a Quito.
Me respondieron que podía tomar un bus que iba en el mismo sentido del bus del me había bajado. En realidad, sí iba en sentido correcto.
Subí a otro bus que me llevó a mi destino y mientras andaba, me pregunté cúantas veces uno cree que por sentirse perdido, cree también que está andando en sentido contrario a su objetivo. Tal vez no esté mal sentirse perdido, lo que está mal es bajarse del bus creyendo que no se está avanzando.

El Alma de Bob Esponja






Después de hacer un recorrido fotográfico que buscaba documentar la vida de Bob Esponja en el Centro Histórico de Quito, decidí que los ecuatorianos se parecen mucho a éste personaje que me gusta y que algunos han tildado incluso de gay.
Independientemente de lo que se crea, estoy seguro de que es cierto, al igual que Bob Esponja, los quiteños son buena gente, ingenuos, inocentes, amables y con una manera de hablar muy chistosa.
De regalo, les adhiero aquí las fotos para que vean que mi amigo de los pantalones cuadrados no sólo está presente en la gente, también está en todos los rincones y de distintas formas.

Caminando




El Centro Histórico de Quito es maravilloso, puedes caminar y extraviarte entre calles angostas y andenes que desaparecen dejándote de un momento a otro sobre la vía de los buses o a la merced de cantantes que alegan haber sido plagiados por otros más famosos.
Hay iglesias en cada esquina y entre las casas coloniales encuentras tiendas donde te pueden vender desde piñatas hasta hierbas y saumerios.

Algo muy grato es que puedes andar sin sentirte inseguro, hay gente en todos lados y nunca sientes que alguien se te acerque con malas intenciones o para pedirte dinero, eso no quiere decir que no veas todo el tiempo caras tristes.

Después de haber visitado un centro comercial suntuoso como "El Jardín" y ver que los quiteños se han esmerado por contruir un espacio elegante con un buen trabajo de diseño y exhibición en las vitrinas, te encuentras en lugares como el centro, donde notas carencias en la gente y en las plegarias de las ancianas que se arrodillan en las bancas de los viejos templos que huelen a rancio y humedad, es entonces cuando insisto en que no debería haber fornteras porque en cierta forma los países que alguna vez formamos la Gran Colombia somos idénticos.

Luego me fuí para el Zoológico, pero eso hace parte de la siguiente entrada del Blog.

23 junio, 2006

La Langosta en Quito.

En la mañana del miércoles me desperté y salí corriendo del hotel para tomar el bus que me llevaba a Ipiales, en el bus conocí a una niña morenita que vende banderas en Quito, como el trancón era tan grande para llegar a la frontera, nos bajamos del bus y caminamos hasta allí, donde nos despedimos no sin que antes me hiciera las advertencias necesarias para cruzar sin problemas. Me advirtió del cuidado que tenía que tener con los cambistas, el policía que colocaba los sellos y los retenes de camino a Quito. Cuando ya no la vi más, recordé que no le había preguntado el nombre.

No me imaginaba como podía ser una frontera entre los dos países y aún me pregunto porqué existe.
Cuando me disponía a cruzar me choqué con un policía que me vació la maleta buscando droga, como si toda la droga que pasa a Ecuador la pasara uno en la maleta, se quedó muy curioso con una pequeña linterna que me regaló mi papá y me preguntó cuánto costaba pero no se la quise regalar.

Ya al otro lado tomé una pequeña y vieja buseta morada que me llevó al terminal de Tulcán donde almorcé “Corrientazo Ecuatoriano” y luego fui en bus hasta Quito.

No pensé que el paisaje fuera a cambiar tanto de Colombia a Ecuador en una distancia tan corta. A pesar de que la cadena montañosa es similar, en el lado ecuatoriano hay mas planicies que son aprovechadas para la siembra. Los verdes cultivos de caña de azúcar en la base contrastan con las laderas áridas de la montaña, y en las partes más desérticas hay unos pequeños árboles secos que asemejan grandes arañas trepando hacia la cima.
En el bus me encontré con Wilinton, un caucano moreno y grande, padre de una niña de 6 meses que iba hacia Quito en busca de una ONG de nombre NUR que le prometió llevárselo a Suecia así como lo hizo con una amiga suya años atrás. El fue mi compañía en 6 horas que duró el trayecto. Mi guía turística fue un anciano sentado en la silla de atrás, con el ojo izquierdo azul y el otro café, y que me iba indicando el nombre de los lagos y las montañas más importantes.

Llegué a las 7 y media a Quito.
Hoy Viernes el día está soleado.

21 junio, 2006

El Tour de la Langosta se acerca a la Frontera







Hoy llegué a Pasto luego de 19 horas de viaje en bus, el trayecto es mucho menos aburrido o difícil de lo que algunas personas piensan, en realidad las ventanas de los buses no están tan empañadas y lejanas como las de los aviones. (Cuando encuentre una sala de Internet con un computador con puerto USB subiré las fotos que tomé en el camino).

La carretera hasta aquí, por el valle del Patía me pareció increíble, es como sumergirse en la montaña para luego volver a sacar la cabeza y respirar, mientras notas como la gente comienza a hablar diferente. Enterrado en la ciudad a uno se le olvida que Colombia es mucho más que eso que vemos todos los días en medio de la prisa y la tensión.

Hoy cuando eran las 2 de la tarde y ya había pasado Popayán, pensé en que en un día normal en la oficina apenas estaría regresando de almorzar de mi apartamento a sólo 20 cuadras de distancia, y en cambio hoy, a la misma hora, ya había recorrido cerca de 500 kilómetros lejos de donde creo que es mi hogar, pero es que tal vez se me ha olvidado que nuestro hogar es el mundo.

Envío un saludo muy especial a mi familia y a todos los que siguen el Tour de la Langosta, mañana cruzaré la frontera antes del medio día.

13 junio, 2006

Haciendo los últimos arreglos




Hace algunos días en una reunión familiar un pariente me hizo una advertencia cuando le conté del viaje, - Ten mucho cuidado, no confíes en nadie, no confíes en las personas, sólo confía en Dios -. No puedo negar que me asombré un poco con la advertencia porque suelo confiar mucho en las personas y ayer mientras hacía varios de los arreglos para poder irme, encontré una respuesta.

Vendí carro a un hombre bueno, honesto y amable, que apareció de la nada, que me pagó el precio justo, que cumplió con todos los trámites y que tiene una mujer a la que mima todo el tiempo y 2 niños a los que lo vi consentir varias veces.

Hice autenticación de firmas en una registraduría en la que una niña con uniforme de colegio me regaló dos dulces en el momento de pagar.

El traspaso del carro lo hizo un hombre muy gracioso, humilde y entrado en años al que llamaban “frijolito” y que me llamaba “campeón” y a mi mamá “gran dama”.

Saqué mi RUT en un lugar en el una señora vigilante me hizo recoger del piso una ficha de turno arrugada y pisoteada que me permitió hacer un trámite que me llevaría 3 horas, en sólo 5 minutos.

En la estación de gasolina el bombero me regaló 2 tiquetes de raspa y gana por tanquear con $20.000 cuando en realidad sólo entregan uno por cada $30.000.

La administradora del edificio donde vivo me recibió el pago de la administración sin cobrarme recargo a pesar de que yo había olvidado pagar días antes.

En la noche antes de irme a dormir, además de darme cuenta que había alcanzado a hacer todas las diligencias, me di cuenta que es imposible no confiar en las personas y confiar en Dios.
Porque independientemente de la idea propia y particular que tengo del universo y de la vida, Dios se muestra siempre a través de todas las personas.

29 mayo, 2006




Estas son las primeras fotos que tomé con la camarita que me compré con lo que me dieron por el carro…. ¡¡Puras ganas de chicanear!!

27 mayo, 2006

¿Dónde está la Abuelita?


-Yo llegué a Bogotá cuando tenía 14 años y de esto no existía ni el cuento- decía hoy mi abuelita Helena mientras miraba desde afuera el nuevo Centro Comercial Santafé.
Hoy sábado cuando iba saliendo de mi apartamento se me ocurrió decirle que me acompañara y después de unas horas de compartir con ella, caí en cuenta que algunas veces había ido a visitarla, pero nunca le había pedido que saliera conmigo a pasear, y mucho menos, de compras a un centro comercial.
Cuando le pregunté si quería ir, ella me respondió con otra pregunta, -¿y si estoy bien vestida?- y el botón del sagrado corazón de Jesús en su pecho me hizo una mueca, -espere me pongo los zapatos-.
Cuando íbamos caminando de la mano por los pasillos atestados de gente que ya no sale a caminar al campo, yo iba de la mano de mi abuelita, una manito cálida y blanca, una manito que faltando sólo unos días para mi viaje quise aferrar muy fuerte.

-Tanta bregadera para acabar todos muerticos-, dijo mientras íbamos en el carro en medio de un trancón de personas sumergidas en la ciudad, y me dio risa que dijera con tan poca trascendencia algo que me habría gustado escribir con letras de oro en la puerta de mi oficina.
Recorriendo las distintas plazas del Santafé, caminé con ella de la plaza Perú a la plaza Boliva, y de la plaza Colombia a la Plaza Ecuador, y mientras eso ocurría estaba seguro de que llevaría en mi corazón a mi abuelita, porque ella aún tiene miedo de subir por las escaleras eléctricas y no entiende por qué le colocan un pedazo de plástico a la ropa para evitar que se la roben, porque ella habla con todos los extraños como quien está seguro que todas las almas son tan blancas como la suya.
Y desearía a su edad poder conservar esa ingenuidad con que me pide que la lleve a comer un helado de ron con pasas, desearía a mi edad caminar tan despacio como ella lo hace.

Más tarde cuando estábamos en el Éxito, de pronto en el altavoz comenzó a sonar una voz que repetía muy rápido -Dónde está la bolita, dónde está la bolita-, y a mi me parecía que decía -¡Dónde está la abuelita, dónde está la abuelita!-, y tuve en ese instante la fortuna de apretar mi mano y sentirla a mi lado, pero creo que esperé demasiado para eso, desde hace tiempo que sabía donde encontrar a mi abuelita, pero nunca la había llevado conmigo.

22 mayo, 2006

¡¡Gracias a los Animadores del Tour y de la prosa!!

Algunas personas han hecho comentarios aquí, otras me han llamado y otras me envían palabras por el Messenger. Algunos me han hecho críticas que siempre serán bien recibidas y otros me han animado a que siga haciendo una de las cosas que no creo que haga bien: Escribir.

Es chévere escribir de cosas bonitas, de la felicidad, de la vida, de los viajes, pero en realidad no entiendo por qué es más chévere escribir del dolor, de la rabia y de las cosas que no comprendemos. Siempre son las canciones de pena las que cantamos con más sentimiento.

Gracias a las penas, si es por las penas que podemos derramar palabras con el mismo sentimiento que se nos caen las lágrimas.
El dolor, así como la contaminación, nos asfixia y nos enferma, pero también hace que en la tarde el cielo se vea más bonito.
Hoy no hay penas, ni lágrimas, ni dolor, ni siquiera hay muchas palabras, es sólo el sonido de mis dedos que se estrellan contra éste teclado cada vez que siento ganas de estar solo.

Gracias a mi amiga Isabel que me acompaña en la terapia de escribir para sanar, sonreír y vivir.

21 mayo, 2006

Empacando y Desempacando

En mi armario guardo algunas cajas en las que he ido colocando recuerdos de las distintas etapas de mi vida. Hoy mientras hacía la limpieza para revisar qué debía botar y qué quería conservar antes de viajar, encontré un cuaderno de planas de primero de primaria, un corazón de cristal que alguien me regaló para colgarlo en mi pecho cuando se me rompiera el mío, una piedra amarilla con un “te amo” escrito en marcador, un cuaderno de espiral con apuntes del ejército, un sobrecito de azúcar de los estudios Universal, un caballito de mar de la excursión de 11, una billetera vieja, un trabajo de sociología con una anotación especial del profesor, videos de comerciales hechos en la universidad y un millón de recuerdos que llegaron a mi en un instante en el que es más fácil llevar liviano el equipaje.

Pensando en las cosas que todavía no me animo a botar y que tomé nuevamente para meterlas de regreso al armario, y las que a pesar de desechar, aún siguen presentes en algún rincón de mi corazón, creo que miramos distinto el mundo cuando estamos decididos a dejarlo todo.

Fue muy fácil botar fotocopias y lecturas que guardaba para leer algún día, listados de fechas de cumpleaños de compañeros del colegio que nunca llamaré a felicitar, folletos de seminarios que hice alguna vez, aparatos electrónicos obsoletos o dañados, cables que alguna vez se cruzaron y que nunca desaté, fotos donde me acompañaban personas que no estaban haciendo buena cara y mapas de ciudades a las que no regresaré.

Conservé mis carnets del colegio y unos carritos de juguete para que nunca se me olvide que alguna vez fuí un niño, una foto de mi hermanita con una linda mueca sonriente para recordar que debo escucharla, entenderla y reír más con ella, una placa de premiación de un concurso de oratoria para tener presente que un día me reconocieron por querer ser profundamente fiel a mi mismo y un premio de disciplina que me entregaron en el año 86 para no olvidar que llevo más de 20 años tratando de hacer lo correcto.

Estar en contacto con el pasado a través de objetos es importante para volver a ver lo que vivimos y aprendimos, para recordar cómo éramos y en qué nos hemos convertido. Pero también es importante para darnos cuenta de lo aferrados que estamos al mundo, a las personas que nos han acompañado y a las que se fueron.
De cualquier forma, lo que es cierto es que hay cosas que aún quiero seguir cargando y que en lugar de dar peso a mi equipaje le han dado alas a mi vida. Entre ellas están mi país, mi familia, mis amigos, mi jefe, mi música y el aroma de las mujeres que alguna vez me han regalado un beso.

14 mayo, 2006

Tour de la Langosta - Algunos comentarios antes de inciar.

El Tour de la Langosta

Puede ocurrir que todas las condiciones estén dadas para hacer un viaje como éste. Que estés sólo, que no tengas hijos, que tengas dinero, que no tengas nada que te ate, y de todas maneras, debes hacer frente al miedo para tomar la decisión de dejarlo todo, aún cuando no estés dejando nada, y arriesgarte a partir aún cuando no estés arriesgando mucho.

Hoy estoy lleno de incertidumbre. Pero tal vez es que estamos muy atados a todo, y nos acostumbramos a recibir ese pago quincenal, a tener un lugar a donde llegar a dormir, a salir de vez en cuando los viernes y los sábados, a tener a alguien cerca que pregunta por nosotros, a andar en el calor de un automóvil mientras oímos la canción que nos gusta y a trabajar por alguna razón que no hemos definido.
La comodidad es maravillosa, sentir que haces parte de la carrera del progreso y caminar mientras el mundo te mira y afirma lo bueno que eres por haber llegado “tan lejos”.

Pero de vez en cuando es bueno detenerse y preguntarse qué es lo que en realidad hace que seamos muy felices.

Mucha gente me ha dicho que me envidia y que le gustaría hacer éste viaje conmigo, yo sólo quiero decirles que el Tour de la Langosta está abierto para todo el que se quiera pegar, y no me refiero únicamente a salir conmigo de viaje.
Cualquiera puede hacer su propio Tour de la Langosta tomando la decisión de cambiar y abandonar, cada vez que sienta que no es feliz o que no está siendo coherente con sus sueños.

PD: Gracias a mi hermana que ya me regaló el morral.