01 julio, 2006

En busca de la nieve PARTE 1

Antes de partir hacia el Cotopaxi everigué con muchas personas acerca del modo para llegar hasta allí. Había algunos que me decían que era fácil, otros, que era difícil, yo sabía que difícil o fácil quería estar allí y tocar la nieve.
La última persona con la que hablé dijo que era prácticamente imposible llegar hasta allí si no tenía vehículo y que debería contratar un tour.
Salí el viernes a las 7 AM hacia la zona Amazonas, un lugar en Quito que está lleno de oficinas turísticas y la primera la abrieron a las 8 AM, con la noticia de que los tours habían salido a las 7:30 AM y había que contratarlos con al menos un día de anticipación.
La mujer que atendía me dijo que podía llegar sólo. Lo único que debía hacer era tomar un bus en el terminal que me llevara a Latacunga, una ciudad ubicada luego de la entrada al Cotopaxi, y allí rentar un auto que me llevara hasta el parque.
Hice lo que me indicó. Lo único que olvidó advertirme era que el Cotopaxi tiene 2 entradas, una al norte y una al sur, yo me iba a bajar en la entrada norte pero nadie en el bus me dejó, y me advirtieron que la entrada era por el sur. El conductor del bus no quiso parar en la entrada Sur porque iba muy rápido, al final me dejó a 1 kilómetro que con la emoción no tuve problema en caminar. Aquí les adjunto la foto que llamé "En medio de la nada, ¡Porque la Nada si existe!".


Llegué entonces hasta la entrada del parque y allí efectivamente se rentaban camionetas.
Cuando pregunté cuánto costaban me dijeron que $US 40. Afortunadamente la señora de la agencia turística me había advertido que máximo cobraban $US 20, entonces logré negociarlo por ese valor.
Me subí a una camioneta relativamente nueva, conducida por Manuel Topaipí, un ecuatoriano de raza indígena muy parecido a nuestro ex-concejal Lucho Garzón, (si no saben quién es, en la otra entrada, cuando vean la foto, lo van a reconocer) y muy amable.
Condujo por alrededor de 40 minutos, en el camino me contó que en el parque aún se podían ver pumas, venados, cóndores y lobos, yo sólo vi un conejo silvestre, pero creo que es cierto lo demás.
Avanzamos casi todo el tiempo entre curvas hasta que nos topamos con una recta que habría un gran espacio al frente y yo estaba distraído mirando hacia adelante y tomando la foto que adjunto abajo, cuando me di cuenta de que me estaba perdiendo de un espectáculo a mi derecha.
Era el Cotopaxi que finalmente descubría su manto de nubes para dejarme ver su rostro imponente. Se veía hermosísimo y a mí se me henchía la panza de pensar que estaba cerca de tocar la nieve. A la izquierda se asomaba un lindo lago que fotografié al regreso y en su ribera se alcanzaban a ver caballos salvajes con su crin peludo y denso.


Después de la gran recta comenzamos a subir en curvas y tuve que cerrar la ventana para evitar que el polvo se metiera entre mis ojos. Mas o menos recorrimos 20 minutos más serpenteando en subida hasta que llegamos a un "estacionamiento" en el que había algunos carros. Ahí fue cuando Manuel muy amablemente me dijo -Hasta aquí llegamos!- y me pidió que me bajara del vehículo y caminara en línea recta hacia arriba, que tuviera cuidado porque había abismos a lado y lado y que mas arriba encontraría un refugio.

Estaba haciendo muchísimo viento y también llovían pequeñas gotas que se estrallaban con fuerza en mi cara. Por alguna razón que no podría explicar, me había aventurado hacia el Cotopaxi sin comida, sin guantes y sin gorro. Afortunadamente en el camino de subida, Manuel se detuvo en una pequeña tienda de palo en la que compré un gorrito negro con un logo mal bordado que decía "Parque Cotopaxi", y que agradecí mientras caminaba.

Comencé a andar muy rápido porque seguía con muchas ansias por llegar. Según lo que me habían dicho la nieve se podía tocar desde un supuesto segundo refugio y yo estaba decidido a llegar hasta él. Pero cuando había avanzado 50 metros sentí que el aire me faltaba y tuve que reducir la velocidad y empezar a dar pasos lentos. La lluvia ligera en unos segundos me empapó la ropa y el agua se comenzó a mezclar con mi mocos que se me escurrían sin que me diera cuenta (cosa que no importaba mucho porque toda la mezcla se la llevaba el viento, ¡Algo de mi se quedó en el Cotopaxi).

Después de un tiempo me di cuenta que la cámara que tenía en el bolsillo se estaba mojando y me descolgué el morral para guardarla pero el viento casi se la lleva a hacerle compañía a los mocos.

Ahí ya comencé a asustarme un poco y a sentirme un poco solo, porque veía que nadie más subía conmigo, pero avancé un poco más y desde lejos alcancé a ver el refugio.

Nadie me había advertido que estaba tan arriba.

Voy a seguir narrando en la segunda parte.

1 comentario:

MoniCat dijo...
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