03 enero, 2007

Los últimos pasos, los más profundos

Decidí guardar las últimas actualizaciónes para los que aún se animaran a revisar éste espacio donde dejé algo de lo que soy, y que seguramente se desvanecerá de la misma forma en que cambiaré el disfraz que ahora llevo. Ocurrió que de Iguazú fui a Rosario para conocer la tierra de Fito Paez, y de allí fui a Buenos Aires para conocer la tierra del amor.Algunas veces nos preguntamos por qué se nos rompe el corazón, por qué los buses de la vida nos llevan por caminos que no comprendemos. Es sólo porque no conocemos el fin de la historia, es sólo porque ignoramos lo que Dios guarda para nosotros.

Conocí a Moran en Potosí luego de esperar por varios días a mi amigo Nadav. Ella lo acompañaba y se habían conocido casualmente en Cochabamba debido a una manifestación que desvió el bus de Moran y la hizo regresar perdiendo horas de viaje.La vi por primera vez sobre una cama escribiendo su diario, no me determinó y yo ya tenía el corazón duro como plomo, indiferente.Al día siguiente le ayudé a abrir un candado sin llave, hablamos un poco de lentes de contacto y enfermedades visuales, nada especial, nada de nada.Viajamos al Salar de Uyuni y todo se limitó a unas cuantas palabras, montajes fotográficos, figuritas de plastilina, roces disimulados de nuestras piernas sentados uno al lado del otro, conversaciones aburridas y algo de Beatles y Bacilos. No nos dimos cuenta, pero algo quedó entonces en el rincón del corazón de cada uno, algo se fue acumulando en esos espacios vacíos que abre la soledad y el paso del tiempo.

Cuando cruzamos la frontera y viajamos hacia Salta en Argentina algunas cosas cambiaron. Ella y sus conversaciones inteligentes y desafiantes me empujaron hacia un abismo, y yo con caritas de icopor en vasos de tinto la hice abrir las puertas de su corazón. En Salta compartimos unos días pero la falta de ocasiones y la multitud de gente a nuestro alrededor hizo que desistiéramos de algo con pocas esperanzas de existir. Ocurrió que siete días después coincidimos en Buenos Aires. Salimos para compartir una cerveza, dudas, miedos, bailes y una banca en un parque bajo una sorpresiva lluvia de verano a las 2 de la mañana. Fue entonces cuando rompimos las barreras y nos dejamos llevar por eso que nace sin sembrarlo, por eso que te aplasta cuando menos lo esperas.No había mucho que decir.

Al día siguiente partimos en la tarde para Bariloche en 7 días que sirvieron para comprobar que lo repentino existe, que el tiempo no es necesario y que asumir riesgos siempre es bien recompensado.


Aquí están Moran y su prima Tal, chismoseando-



Aquí estoy al lado de Moran, dando los primeros pasos.


Aquí los 3, perdidos en San Telmo.


Aquí está Felipe y su novia, que ahora es su esposa. Nuevamente la vida da vueltas y nos lleva a estar cerca de personas que pasaron por nuestra vida marcándola y haciéndola mas alegre.
Hace mas de tres años Felipe partió de Colombia para organizarse en Buenos Aires y me ofreció un lugar en su hogar. Nunca pensé que podría volver a compartir momentos con él. Pero la vida no para de girar.


Estos son los hijos de Felipe y Victoria.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Es maravilloso enamorarse, el proceso... mantenerlo, sufrirlo, despedirse... es el vida. Por eso el único mensaje para mi madre en esta navidad fue: Gracias por haberme dado la vida!