11 noviembre, 2006

Santa Cruz, Santa Parranda

Santa Cruz es una ciudad que perfectamente puede estar de fiesta cualquier día. Pero la fiesta no está en los bares o boliches. La fiesta está en las calles. Y tal vez no sea una fiesta. Chiquillos de treinta años hacia abajo salen en sus autos o los autos de sus padres para estacionarse en las calles a beber.
Creo que no importa si estás bien perdido o si eres muy inteligente, importa si tu auto es deportivo y el sonido de tus parlantes pisotea la música del carro vecino. Importa la compañía, que se consigue de mejor calidad dependiendo también del modelo del auto. Es por ello que a las niñas más lindas las ves medio borrachas con su trasero sobre la cajuela de los carros más lindos. Es una especie de correspondencia. Lo similar se atrae.
No voy a negar que disfruté del espectáculo, que mi ciudad ya está bastante reglamentada y es imposible ver eso en Bogotá. Que las niñas, por más pequeñas, tienen igual piernas interminables, que ves caras muy lindas, que la mezcla de brasileras con mestizas ha resultado en musas, pero que a veces el espectáculo puede oler a perdición y que jamás me gustaría tener una hija con 16 años pavoneándose ebria por una calle cubierta de vidrios. Lo único que se rompe aquí no son botellas.

No estuve ajeno al asunto al fin y al cabo. Me fui un sábado de rumba electrónica hasta el amanecer. Nunca había estado en algo parecido y no estoy seguro de repetirlo. Si lo deseas puedes ver y probar de todo, pero a la larga, creo que como dice Fito, la droga más dura es la soledad.






Un pedazo de la fiesta en:

http://www.youtube.com/watch?v=YVtdtc_Redo

1 comentario:

Anónimo dijo...

!!!!!!QUE PISTOLOTAS¡¡¡¡¡¡¡