20 noviembre, 2006

Mientras tanto

Estoy en un lugar donde no es tan fácil tener una buena velocidad para subir las fotografías, yendo hacia el sur de Bolivia las cosas se complican en cuanto a tecnología, pero mientras tanto, les cuento.

Salí de Santa Cruz y viajé hacia Sucre, la ciudad universitaria de Bolivia y la que alguna vez fue la cuna de la independencia y capital. Después de viajar toda la noche sin pegar los ojos llegué a las seis de la mañana y me fui a buscar hostal.
Hacía un frío de esos que te palidecen las mejillas y quería con urgencia un baño y una cama. Todo parecía muerto, como si una epidemia hubiera matado hasta a los perros y en todos los lugares que golpeaba o no me abrían o no tenían cupo.
Caminé y caminé y fue entonces cuando me ocurrió algo parecido a lo de ricitos de oro.

Encontré un hostal y empecé a timbrar, pero nadie abría. Fue entonces cuando empujé la puerta y noté que estaba abierta, entré y esperé a que alguien apareciera pero adentro no respiraba ni un alma. Estaba que me orinaba y deseaba de corazón poder dormir al menos unas horas así que entré al baño y luego a una habitación que encontré vacía y me acosté a dormir.

A las diez de la mañana me desperté y ya había algo de movimiento, fui a la recepción y una jovencita me saludó muy amablemente. Le expliqué que no había encontrado a nadie y que por eso me había acostado a dormir en la primera cama que encontré.
Ella me dijo que ya me había visto durmiendo pero que no quiso despertarme. La cama estaba ocupada para esa noche y era imposible darme alojamiento, de todas maneras no me cobrarían nada por dormir y por bañarme. A veces me sorprendo en éste país cuando encuentro gente tan amable que te ofrece cosas gratis y otras veces no te quieren regalar ni una bolsa plástica.

Estuve hasta las cuatro de la tarde en Sucre, en un ambiente en el que la altura me hace sentir en Bogotá. Mi Bogotá. Extraño a mi Bogotá así ruidosa y ordenada, llena de niñas lindas y lluvias torrenciales, con sus desplazados en los semáforos y sus huecos y sus alcantarillas destapadas, con sus trancones y su pico y placa, con su Garzón y sus bombas, con su vida agitada, sus corrientazos, sus Bogotá Beer Company y su Transmi, sus sirenas y sus locos. Sucre sólo me hizo recordar un poco el olor de mi Bogotá, para los que no conozcan otras ciudades de Suramérica aprovecho para decirles que vivimos en una de las mas modernas y ordenadas urbes del continente.

Pero bueno, volviendo al tema, no me pude quedar en Sucre, no había espacio para mi ni para mis recuerdos y salí en la tarde para Potosí, la ciudad más alta del mundo y la que alberga a la montaña que come hombres, el cerro de Potosí, donde han muerto más de seis millones de personas en las minas, pero eso, eso ya es otra historia.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Me parece increible, llegar a un sitio desconocido ver una habitación abierta, una cama libre y con tremendo cansancio tomar la decisión que tomaste...Llevas un angel a tu lado, yo se como duermes y nunca te paqsa nada, todo conspira a protegerte.

Anónimo dijo...

Solo a ti te pasan esas cosas, ah claro y en los cuentos también pasan, definitivamente Dios siempre está contigo.
Un besito Te quiero muchoooo

Anónimo dijo...

Recuerda que siempre se recibe lo que uno da, y tu por ser una persona tan buena es que te pasan esas cosas. Te quiere, tu prima Maceci