23 octubre, 2006

En la Calle de las Brujas

Ansiaba llegar a Bolivia porque nunca he conocido en mi país a alguien que hubiese visitado esa nación, de alguna manera las noticias poco muestran de ese territorio famoso por sus cultivos de coca y un presidente indígena.
Llegamos en la tarde y una urgencia de retrete nos hizo refugiarnos en un oscuro hotel en la calle de las brujas. Habíamos recorrido seis horas desde Puno hasta La Paz, haciendo algunas paradas en los controles de frontera, la celebración de las fiestas de San Francisco, el cambio de bus y el cruce de un río.
La calle de las brujas podría asustar a cualquier católico empedernido. Para mí fue como arribar a un mundo mágico del que sólo tenía conocimiento por los cuentos infantiles y las películas de Harry Potter.
Al principio no sabía si había más miedo en mis ojos o en los de los fetos de llama embalsamados que me miraban indefensos y estacados como bastones. Aunque estos animalitos no nacidos son el principal atractivo de los puestos de mercado para brujos, hay cientos de detalles que darían para escribir un libro de acertijos, pócimas y encantamientos.
Ídolos de toda clase esperan ser comprados para custodiar con furia los hogares bolivianos. Mujeres tímidas adornan coloridas ofrendas para la pacha mama y un aire pesado y hechicero te pregunta qué piensas de éste mundo tan vulgar y exótico.
Voy caminando mientras tomo secretamente fotografías, quisiera preguntar para qué usan esos grandes y feos sapos de ojos artificiales, quién compra las pieles de los pumas y cuáles son los ingredientes de la pócima para no enamorarse tan fácil. Quisiera preguntar si hay algún remedio para la pobreza, si esos sapos se convierten en princesas, si es cierto que las llamas resguardan los cimientos de las construcciones y si hay un sortilegio que erradique para siempre los buenos recuerdos.
Pero mi vergüenza y los ojos claros de mi padre nos delatan, es imposible rebasar sin dinero la muralla que han creado los vendedores de brujería, aunque si compro una pacha mama de tres cabezas de pronto me cuenten alguno de sus artificios.


Ofrenda a la Pacha Mama, lista para el altar.

Las pieles no se usan para abrigos, las estatuas no son decorativas, los versos no son de amor.


Pisapapeles.


Tengo que confesar que deseaba comprar uno de estos fetos de llama, pero sería imposible cargarlo, y mucho menos, entrarlo a otro país.


¿Quién se atreve a enfrentarse a esta turba de Dioses?

1 comentario:

Anónimo dijo...

hoy desatrase el cuaderno de historias y aventuras, como siempre le deseo lo mejor y espero que todo este sobre ruedas,
Att: Luisk = Chadid