30 noviembre, 2006

En Argentina, el nuevo mundo

Los pueblos que vi rápidamente por la ventana del bus argentino seguían siendo muy parecidos a Bolivia, caras morenas, mujeres con niños a la espalda, cabellos largos y trenzados, casas sin pintar, caminos de tierra, es como si la frontera no existiera, aunque las 4 horas que me tomó cruzarla me recordaban que si existe.

Pasó el día y parte de la noche. Después de varias horas de viaje apareció Salta como un icono del desarrollo en Suramérica luego de más de un mes en Bolivia. El Terminal de buses con su perfecta iluminación y diseño, los conductores uniformados, los taxímetros en los taxis. De regreso al orden.

Debo confesar que respiraba un aire distinto. Extrañaba un poco la aparente civilización y sentía ganas de salir a correr cantando por la plaza inundada de cafetines elegantes y cajeros automáticos. Es ir de un polo al otro en unas horas al menos en lo aparente.

La gente que viaja conmigo me comienza a preguntar si Colombia se parece más a Bolivia o a Salta, y yo por dar una referencia les digo que se parece más a Salta. Pero lo cierto es que mi Colombia no se parece a nada. Sobre todo la gente de Colombia no se parece a nada.

Ahora que toco el tema del patriotismo debo también decir que me he vuelto fan número 1 de Shakira y Juanes. No me importa si cantan bien o mal, si hacen cosas indebidas o dan malos conciertos. Cada vez que digo que soy colombiano alguien de inmediato nombra a alguno de los dos. Casi siempre a Shakira. Nadie sabe de un cantante argentino o mexicano y mucho menos ecuatoriano, pero ahora todos conocen algo de Colombia gracias a ellos, y eso te hace sentir bien a donde vayas. Definitivamente “Hips don’t lie”.

Y volviendo al tema de “regreso a la civilización”, creo que extrañaba un poco las comodidades que tengo en mi ciudad y que ahora vuelvo a tener de alguna manera en Argentina.
El clima está cálido por éstos días y oscurece a las ocho de la noche. Los días son largos por el verano y las noches son largas por la rumba que comienza a las dos de la mañana.

Por otro lado, después de haber fotografiado tanta naturaleza, no se por qué no le encuentro tanta gracia a la ciudad, me asusta un poco pensar que ya no puedo vivir en la rutina urbana, pero habrá que esperar a regresar algún día y comprobarlo.

Salta es como la ciudad de bienvenida luego de una larga temporada en el mundo sin reglas de Bolivia. Caminé por las largas calles peatonales atestadas de gente, comí carne hasta que me salieron cuernos, bebí algunos vinitos inocentes y transité por algunos parques y avenidas importantes.
A estas alturas de alguna manera también extraño Bolivia y su aire aventurero, donde casi todo es difícil, pero donde casi todo es posible.

1 comentario:

Anónimo dijo...

bien, pero tambien quiero fotos....fotos.... jajaja