01 julio, 2008

Mulan



Los días lluviosos se han vuelto tan frecuentes que los extraño en los días soleados, como si me hiciera falta alimentarme de la melancolía que traen las gotitas de agua. Con ellas siempre vienen inexplicables, los recuerdos de un día en que me sacaron del colegio a conocer la casa de Bolívar y la del florero.

Moran se ha ido y la extraño mucho más de lo que imaginé. Es impresionante lo que juntos hemos cambiado desde esa noche en Buenos Aires cuando nos quedamos bajo esa lluvia liviana sentados en la banca del parque del Congreso hasta que el frío selló nuestros labios.

Desde entonces vivimos bajo muchos techos compartiendo los descubrimientos que hacemos uno del otro, de escaseces y abundancias, de paciencia y amor, de laberintos y desiertos. Me ha dejado una pequeña hija peluda que no se agota de jugar y me calienta los pies en estas noches heladas, que duerme con los ojos abiertos y le perturba el sueño el más mínimo ruido.

Tal vez ha sido Moran quien no me ha dado el tiempo para escribir sobre ella misma, tal vez he sido yo quien por proteger nuestra historia he dejado de escribir sobre el ángel que llegó del otro lado del mundo para iluminar mi vida. Pidiendo tan sólo un lugar donde dormir y un espacio en mi corazón. Hablando idiomas extraños y queriendo entregarlo todo.

Me enamoré de su valor, ese con el que hace mala cara cuando algo no le gusta, el mismo con el que persiguió a aquel sujeto que le robó su Bon Bon Bum en Transmilenio, aquel con el que se inmiscuyó en esta cultura latina agresiva e irrespetuosa, ese que la acompañó caminando por estas calles salvajes plagadas de animales, smog y desorden.

Moran me ha enseñado que hay una ingenuidad superior a cualquier sabiduría, una inocencia que vence cualquier conocimiento. Es por ello que logró hacer todo lo que nunca creí posible, porque en su inopia aplastó lo que yo creía saber. Ella, con un optimismo que no cree tener, hace realidad todo lo que sueña, cualquier pensamiento que su mente toca.
Moran no entiende por qué la gente espera de pie a que la silla del bus se enfríe, por qué todos usan los parqueaderos de discapacitados, por qué siempre llegamos tarde, por qué nos matamos entre compatriotas, por qué cambiamos de planes a cada instante y con hipocresía decimos a todo que sí.

Moran, Mulan para la familia y los amigos, Linda para mí. La mujer que llama chicharrón a un escarabajo volador, para la que “suciest” es lo más cochino, un trombón es un sacudón de tierra, para la que existen situaciones de cucharita, la que defiende su patria y su causa, la que llora con timidez y en su indecisión toma las mejores decisiones, de esa mujer me enamoré y la extraño, tanto como para exponer aquí mi corazón. Pronto nos veremos, porque este océano no es tan grande ni tan profundo para los dos.