03 febrero, 2012

Los últimos pasos

Me imagino que ya lo sabes, ahora probablemente lo sabes todo.  Heredé tu buena memoria, y también tu miedo a olvidar.  Es por eso que escribo.

Recuerdo perfectamente la primera vez que nos despedimos.  Fuiste caminando hasta el umbral de la puerta de ese apartamento oscuro en donde vivías.  Tus ojos estaban llorosos y yo nunca te había visto llorar por mí.  Yo creo que nos teníamos mucho cariño al fin y al cabo.

Mira que en las primeras noches después tu muerte, tuve miedo de ir al baño en pantuflas.  El sonido de mis pasos era tan parecido al tuyo deambulando por la casa, y tú con tu bendita promesa de halarme los pies.  Preferí ir descalzo hasta que te me apareciste en ese sueno, y le agradeciste a mi mama por dejar de alimentar tu cuerpo, nos contaste que estabas bien.
Abuelita, sé que hace ya mucho no voy a misa, pero oré y sigo orando por ti.  Te recuerdo cada día y en las noches, sin querer, sueño contigo.  Me siento derecho al frente del televisor, no abro la boca para que no se me entren las moscas y tampoco le he contado a mi papá que nos dejabas entrar a tu cuarto para ver telenovelas.  También me sigo dando la bendición antes de comer, no como “los animalitos”.

¿Te acuerdas de esas últimas veces que nos vimos?  Te acompañé un día en el hospital, y gracias a una obstrucción intestinal estuvimos juntos un tiempo que de otra manera no habríamos compartido. Te escuché llamarme Carlos Alberto, rogándome que no los dejara hacerte esa horrible endoscopia, rezamos juntos algunos avemarías.
Unos días después saliste y te grabé comiendo galletas wafer, nos tomarnos la última foto juntos y te despediste repitiendo sin parar “no se vaya, no se vaya”,

Llegué tarde al trabajo y cuando encendí el computador Angélica me escribió por Skype, “mi abuelita ya descansó”, entonces lloré una vez más, la última después de llorar cada vez que pensaba que ibas a morir.

Abuelita mía, abuelita que te fuiste avisando que ibas a morir desde que tengo memoria, como si tus amenazas nos pudieran preparar para vivir sin ti.

Que Dios te acompane en este nuevo camino que espero se cruce con el mío una vez mas, para volvernos a ver y darnos otra oportunidad de conocernos.