20 febrero, 2010

Mi Hogar

Llevaba varios meses cargando un sueño repetido que cambiaba únicamente de escenarios, viendo a mi papá después de no haberlo visto por meses y estrechándolo en un abrazo fuerte y eterno, llenándome de una energía inmensa con ese poderoso apretón, mucho más fuerte que la reunión de todos los abrazos de oso que me ha dado en toda la vida.

Después de 15 largos meses lejos de mi país y mi familia mi sueño se hizo realidad en el aeropuerto El Dorado rodeado de cientos de personas que también son bienvenidas, aunque no creo que nadie lo haya sido tanto como yo, que nadie haya esperado tanto éste momento, que alguien sintiese ese poderoso déjá vu que no me dejó contener las lágrimas.

Mi hermana Mónica, que vive en Japón, dice que cuando va a Colombia es como “Volver al Futuro”, y creo que comparto con ella esta visión de regresar a un lugar que está detenido en el tiempo, donde, aunque la vida siguió comiéndose nuestros días, pareciera que nada ha cambiado, que tomamos un avión y viajamos al pasado, a todo es que queremos y que hemos dejado atrás, a ese lugar con que Dios me premia mostrándome todo casi intacto.

Me detengo en los ojos de mis padres buscando si el reloj ha marcado su paso en las arrugas de su rostro o en el color de su cabello, si hay una seña de éste periodo de sus vidas que me he perdido, pero son los mismos, incluso idénticos a los de mi niñez, también iguales a ese día en que los vi por última vez y sólo teníamos para compartir abrazos y lágrimas.

Los túneles del tiempo existen, éste planeta está compuesto por múltiples dimensiones paralelas que se entrelazan para algunas veces cruzar de un universo al otro experimentando toda clase de emociones. Uno es ese hogar en el que crecí y me formé, del que guardo millones de recuerdos que me acechan entre las cobijas antes de quedarme dormido. Otro es el hogar que he dejado en Colombia y que traigo a la memoria cada día de camino al trabajo, antes de comer y en los ratos de tristeza. Otro es el hogar que he vivido y disfrutado al máximo en éste viaje a Colombia. Todos se unen en uno sólo mientras escucho a mi familia conversar cuando viajamos en el carro, oigo las palabras que les conozco y otras nuevas agregadas por Angélica y su nuevo vocabulario personal, me lleno con cada segundo de saber que de nuevo los cinco estamos juntos.