27 septiembre, 2008

Israel a la Carta

Como siempre que comemos, dejaremos lo mejor para el final y comenzaremos con el enigmático Rimón, como limón, pero con una R que a la gente de aquí se le oye gutural.


El rimón se encuentra en los supermercados y mercados callejeros en esta época, es decir, la del nuevo año judío o Rosha Shaná, por ello es la fruta que simboliza este tiempo de recogimiento y perdón de nuestros pecados e inicio de nuevos proyectos, como también es tradición desear a los demás multitud de hijos como las semillas al interior de esta fruta.Para no entrar en cosas complejas, en pocas palabras la cáscara es dura y el interior se ve como pequeñas gotas cristalizadas de agua roja que uno se mete a la boca y siente como estallan al morderlas para al final escupir la semilla cuya masa, representa la mayor parte de la bendita gota de apariencia congelada.Aunque sabe rico debo decir que me aburrió un poco comer rimón pues después de un rato se vuelve tedioso no poder morder la semilla (un poco grande para lo que al final es fruta de verdad) y tampoco poder tragarla como ocurre con una simple granadilla.

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Segundo en nuestra lista y de acuerdo a nuestra diciente foto: Falafel, Pita (Pitot cuando son varias) y Berenjenas Fritas.



El falafel en palabras simples son croquetas de garbanzos con especias. Aquí les pareció gracioso que me gustara untar el falafel con hummus (pues al final termina siendo una mezcla de garbanzos con garbanzos), pero sabe bien.Ellos, los israelíes, lo comen metiendo el falafel en una pita como la que aparece en la foto (que es básicamente pan árabe pero muy fresco y delicioso), con papas a la francesa y un poco de tahine (que es el aceite extraído del ajonjolí). Generalmente en los sitios de comida de origen árabe sirven pequeños platos con repollo amarillo (para generar aún más pedos de los que ya genera el falafel mezclado con el tahine), ensalada, cebolla frita o una exquisita berenjena pasada por aceite. La berenjena al parecer no lleva ningún condimento, simplemente la cortan en tajadas y la echan en el aceite hirviendo para dejarla con un sabor ahumado de exteriores crujientes e interior suave y cremoso.Antes de pasar a la siguiente comida debo hablar del Amba, una salsa de mango, curry y otras especias proveniente al parecer de la india y que a la mayoría de los hombres les fascina. Sabe entre amargo, fuerte, picante y dulce, deja un aliento pesado y ni hablar de los olores después de la digestión. En resumen, todo este plato es tan delicioso como peligroso.



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Tercero en nuestra lista: hummus con hígados de pollo.




Lo comí en un restaurante de Tel Aviv que al parecer no es tan popular pero estaba muy bueno.Soy poco amigo del sabor del hígado pero había notado que lo sirven en muchos platos por lo que me animé a probarlo. El sabor hostigante del hígado era inexistente y mezclado con las cebollas doraditas y el hummus muy fresco da la mezcla perfecta. No puede faltar la pita.Este puede ser un buen momento para hablar de precios. Un plato como este cuesta unos $17.000 (pesos colombianos), la bebida unos $4.500 y con el servicio prácticamente obligatorio del 12% deja todo en unos $25.000. No es barato aunque tampoco es tan caro, el problema es que en una ciudad como Tel Aviv no se consigue nada de comida decente por menos de $15.000 el plato, hay que olvidarse del corrientazo típico de Colombia y otros países suramericanos.


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Cuarto en nuestra lista: Malauach
(que se pronuncia Malauaj con una J bien gutural).





Uno de mis favoritos. En palabras simples es una tortilla que compramos en el supermercado y viene lista para poner en el sartén con un poco de mantequilla y chuparse los dedos.Es algo como un simple crepe gordito cuando se pone en el fogón pero luego se convierte como el patito feo en cisne y muestra sus capas hojaldradas y crujientes. Poseedor de una gran cantidad de grasa y harina el Malauach se deshace en la boca luego de haberlo mojado con un poco de tomates frescos rallados con anterioridad.El Malauach se parece un poco a la masa que sentimos en los pasteles de pollo o pastel Gloria de cualquier panadería colombiana, pero se siente fresco y recién hecho en casa.



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Quinto y último en nuestra lista, el ganador, el que me llevaría a casa, el que comería todos los días al almuerzo, el que me hace literalmente chorrear la baba: Lafa im Parguit (Lafa con Parguit).




La lafa es una masa parecida a la del pan árabe pero es aún más fresca y suave. Se puede doblar para hacer el oficio de una tortilla envolvente de lo que le quieran poner adentro: corazones, hígados, roast beef o lo mejor: Parguit.El Parguit es un pollo muy tierno, todavía no lo tengo del todo claro pero es algo así como que matan al animal muy joven para que sea sabroso y suave. Lo ponen a la parrilla en un pincho y luego lo desencajan dentro de la lafa derramando todo el jugo del pollito en el interior para que luego el mismo cocinero le ponga lo que uno quiera, con opciones de hummus, tahine, ensalada, dos o tres clases de picante (los israelíes parecen mejicanos comiendo picante), cebollas doradas o repollo.

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Esto es todo por ahora en la Carta Israelí. Hay algo muy importante con respecto a la comida y se trata de la cena del Shabbat los viernes en la noche.Se reúne toda la familia, se dice una oración (no siempre), se parte el pan especial de Shabbat y se comparte el vino (sin alcohol) de la misma copa toman todos tal cual como en la última cena de Jesucristo. Me gusta el tema porque en lugar de ir a la misa a recibir la hostia de la mano del sacerdote, en el Shabbat el padre de la casa es quien reparte el pan a sus hijos y luego el vino, como entregando la sangre y cuerpo de Cristo. Lo siento como algo muy espiritual (no quiere decir que quiera convertirme). Como aquí en casa desafortunadamente no hay padre, el pan lo parte Saba Beny, al abuelito de Moran que se parece mucho a mi abuelo que en paz descanse.