31 agosto, 2008

Rosa y Beige

(Avenida entre Ra'anana y Tel Aviv)

Antes de viajar a este país leí mucho de Israel, del conflicto con los árabes, de la franja de Gaza, el judaísmo, la cultura cerrada, las cientos de razas que convergen, las costumbres religiosas.

Antes de venir muchos me contaron cosas de este “desierto”. Que eran egocéntricos, que las mujeres son difíciles, que son agresivos, que son duros al principio y suaves después, que es inseguro, que estallan bombas, que no quieren a los árabes.
Después de completar una semana en el país de la estrella de David estoy seguro de que nadie tiene razón, sólo yo la tengo de acuerdo a mi experiencia.
Me dio una cálida bienvenida la familia de Moran y un clima abrasador. Estaba feliz de estar al lado de una mujer que cada vez que la dejo de ver se pone más linda y de rodar sobre una autopista ancha de 4 carriles de las que muy poco se ven en Colombia. Llegamos a Ra’anana y me asombraron los pequeños edificios, todos de distintas tonalidades de beige y blanco, como cajas de fósforos vistiendo ventanas pequeñas y suspendidas por 4 columnas. Aparentemente poco moderno pero muy acogedor.


(Calle de la Ciudad Ramat Gan, muy cerca de Tel Aviv y Ra'anana)

Subimos en el ascensor y al bajarme noté los apellidos de las familias en la puerta acompañados por dibujos coloridos de niños pequeños y una pequeña cajita con letras en hebreo que luego supe, están en cada marco de Israel incluso si la familia no es religiosa, para recordar las marcas de sangre que el pueblo judío hizo en sus puertas cuando vivían en Egipto y el ángel de la muerte los visitó como una plaga llevándose a los primogénitos de las casas que no tuvieran la marca. Desempacaba y mientras lo hacía me entregaron la llave de su casa con una nota que aclaraba que esa llave, era ahora la de mi hogar.


La familia de Moran está compuesta por su madre y su hermana quienes comparten el apartamento con nosotros. Su padre y su hermano ya se han mudado para vivir en otras ciudades, cosa que suena como si vivieran lejos, pero lo cierto es que una ciudad en Israel puede ser del tamaño de un barrio de Bogotá o más pequeña, además de esto, ocurre que puedes estar parado en una esquina y si cruzas la calle cambias de ciudad por arte de magia, y del genio que planeó éste país. Si las ciudades están un poco más lejos, como por ejemplo Ra’anana de Tel Aviv, basta con tomar alguna de las autopistas y en 20 minutos ya estamos en el centro de cualquiera de las dos. El concepto de tamaño y distancia es diferente.

Ra’anana, donde vivo, es una ciudad religiosa moderada. La mayoría de las mujeres van con falda y un buzo de manga hasta un poco más allá del codo. Esto hace que hayan buscado muchos modelos de vestidos y colores para lograr vestirse todos los días de la misma forma sin aburrirse. Por otro lado es impresionante que se hayan acostumbrado a vestir así en este calor y con una humedad con la que sientes que respiras agua.


Hasta ahora todo el mundo ha sido muy amable, la familia de Moran, sus amigos, la gente en los almacenes y los buses, se respira calma y seguridad, se ven niños después de las 12 de la noche jugando en las calles y el clima hace que el día sea más largo pues el frío no me guarda tan temprano como ocurría en Bogotá. No sé si sea una costumbre de Moran y sus amigos o algo generalizado, a veces son las 11 de la noche y a esa hora deciden ir a la playa o tomarse alguito en cualquier banca de un parque, que por cierto en Ra'anana hay por montones.


Los Arabes están en todos lados, trabajan en los restaurantes y algunos poseen unos muy reconocidos, los vez en las cajas de los supermercados y en el banco, tienen sus propias villas, barrios y ciudades. De la misma forma ocurre con los judíos religiosos radicales, quienes tienen su espacio para vestir sus ropas negras y pesadas, sus barbas tupidas y las largas patillas de las que los hala Dios cuando cometen un pecado.
Hasta ahora pareciera que todo el mundo tiene derecho en Israel, falta ver qué derechos tiene un colombiano cuando solicite mi visa, comience a buscar trabajo y me integre realmente a la sociedad, por ahora, me conformo con lo que me dice la experiencia, que me siento feliz de sacar mi iPod en el bus sin temor a que alguien me lo robe, que a pesar de ser siete millones de Israelíes tienen suficiente música en hebreo para llenar varias emisoras y programas para varios canales de televisión, que comienzo a aprender nuevas palabras de un idioma poco común, que extraño las montañas de Bogotá, de San Antonio y a mi familia, que por ahora, todo es color de rosa, y beige.


(Mujer Arabe en una villa Arabe llamada Tira)

(Fotos tomadas en Jerusalen y que subo en esta entrada para mostrar un poco la forma como se visten los hombres y los niños religiosos radicales, pero Jerusalen amerita su propia entrada para ella sóla).