31 marzo, 2008

Tour Langosta Bonus

Hace más de un año cuando me salió una oferta de trabajo apresuré mi viaje por Suramérica y estando en las Cataratas de Iguazú tuve que elegir entre tres destinos, Asunción en Paraguay, Sao Paulo en Brasil y Rosario en Argentina. Habiendo decidido regresar tomando un vuelo desde Buenos Aires lo mejor era, que faltando sólo 15 días para volver, optara por la opción de Rosario que estaba más cerca.


(El mercado Icuá Bolaños, incendiado en 2.004 y donde murieron 327 personas)


Hace dos semanas, sin estarlo buscando y como un regalo promocional del Tour de la Langosta, la empresa donde trabajo me envió a hacer negocios a Asunción haciendo escala en Sao Paulo.
Llegué a Asunción y de camino al hotel el chofer me mostró el supermercado donde se quemaron mas de 300 personas en un incendio hace cuatro años al ordenarse cerrar las puertas del lugar para que nadie huyera del fuego y sin pagar. La escena se repetiría tres días después de regreso al aeropuerto, me imagino que en una ciudad donde el tiempo pasa tan lento tragedias como ésta se convierten en monumentos para recordar y mostrar.


Me instalé en un hotel barato de mi elección y salí a caminar tratando de encajar mis emociones dentro de lo que alguna vez fue el Tour de la Langosta. Traté de percibir la esencia de las cosas, los colores de las calles, los sabores de la gente, pero la tarea fue difícil y deprimente. Esa misma energía que me llenaba el corazón tan sólo un año atrás, y que añoro cada vez que me siento atrapado en la rutina, no sólo era difícil de recuperar, lo que quedaba de ella se me escapaba paso a paso y rogaba a Dios que fuera la cita de trabajo que me esperaba, la ladrona de la hermosa sensación que me acompañó por seis meses.

En un deja vu permanente pasé por los mismos lugares a horas distintas, y la gente que había visto la primera vez, continuaba reposando en las aceras como estatuas apoltronadas, haciendo nada en el mismo lugar, sin pronunciar palabra, viendo pasar la vida, viéndome pasar por tercera o cuarta vez, como siempre, perdido.


(Contraste, el congreso junto a una barriada a orillas del Río Paraguay)


Me sorprendió encontrar una ciudad dormida, con locales de luces apagadas y atmósfera soñolienta. El centro de la capital Paraguaya, a diferencia del centro de otras ciudades latinoamericanas, no es un sitio de reunión, es un lugar perezoso donde pasan los autos y los buses, con plazas y parques vacíos, de contadas almas que se detienen a tomar un solitario mate o dormir al son de un ritmo costero con olor a pueblo pequeño. El contraste de la opulencia y la pobreza sin embargo prevalece, al lado derecho del moderno edificio del congreso, unos 50 metros hacia el rio Paraguay, se pueden ver casas de lata que dan inicio a un recorrido de construcciones muy humildes y que se extienden en contraste hasta tocar el agua. Una de las personas con quien trabajé en esos días me contaba que dejan que la gente se asiente en este lugar para mostrar la pobreza del país a los congresistas asiáticos que los visitan, y así obtienen mayores donaciones, de las cuales, se roban buena parte. La táctica del mendigo, pero a gran escala.

(La vida pasa lenta para algunos asuncenos)


Pasaron los días de trabajo y finalmente pude tomar un bus sin rumbo fijo, lejos de la responsabilidad del trabajo noté que era más fácil enrolarme en la emoción de viaje, realmente ver.
Hay billetes gigantes de cien mil y cincuenta mil, un dólar es igual a 4.500 guaraníes, lo que hace que un taxi cueste 30.000, un jugo 8.000, un pasaje de bus 2.200. Y hablando del bus, cuando quise bajarme pasé algunos segundos timbrando en un interruptor de sonido nulo hasta que descubrí un pedazo de cuerda que siguiendo la ruta del pasamanos llega hasta el conductor. Cuando se hala, un complejo mecanismo se acciona activando un timbre sensible a la tensión de fique y a su vez anunciando la parada, de lo más sofisticado.



(Mecanismo de timbre en los autobuses de Asunción, aunque es lo más moderno que he visto ojalá nunca se implemente en Transmilenio)



El acento paraguayo no es muy distante del colombiano y casi en ningún lugar notaron mi procedencia, de alguna manera se extraña el que a uno le pregunten de donde viene, que le digan como habla de bonito, o que le cuenten de algún familiar que vive en Colombia.
Dejé Asunción luego de un día completo de andar sin rumbo y me fui con las ganas de conocer la dinámica de otras de sus ciudades, y sobre todo, del chaco, del que el taxista dijo, ahí no hay nada que ver, no hay ciudades, pero yo sé que hay naturaleza, y seguramente un día la vida me permitirá volver para conocerla, sin antes no lo han convertido en desierto.

(Billetes de hasta 100.000)