18 diciembre, 2008


Julieta nos acompaña muchas noches cantando su “El Presente”, y ya casi me he aprendido todas las canciones del Unplugged que al comienzo no me llamó tanto la atención pero ahora disfruto. También me gusta mirarla porque se me parece mucho a mi hermana Mónica tan flaquita y agraciada.
He abierto la ventana para que el sol me caliente estos pies que permanecen congelados ahora que el invierno ha comenzado. No me imagino como la pasa mi prima Andrea en los 30 grados bajo cero del invierno canadiense, si yo en esta estación israelí, tan cercana al ambiente que respiro en mi Bogotá, suspiro por ese verano de 40 grados que se fue.
Tan rico que es salir en la noche sin chaquetas y sin sacos, en “andalias” para caminar por ahí. Pero estos días no se puede, toca ponerse abrigo y cargar papel higiénico porque los mocos se le escurren a uno. Casi todas las personas en la calle llevan la nariz roja porque por el cambio de estación le da gripa a todo el mundo.
Hace unos días fui a caminar a Yafo, una ciudad que hace parte de Tel Aviv y que incluso existió primero que esta gran urbe, casi cuatro mil años atrás. Siempre que visito sitios milenarios trato de imaginarme cómo se veía la gente. ¿Qué llevaba en sus manos mientras recorrían estos caminos de piedra que arman laberintos indescifrables?
Es increíble que estos lugares ya existieran cuando el mamut aún estaba vivo y que de pronto, así como estos gigantes se extinguieron, también lo haremos nosotros. Entonces estos caminos tal vez permanezcan allí para que una nueva raza los analice como nosotros analizamos lo que construyeron nuestros antepasados.

Qué se iban a imaginar esas personas que yo iba a llegar un día a esas tierras en el bus número 10 para caminar con frío, comiendo gomitas Trolli y tomando fotos con una rota cámara digital.
Mucho menos se iban a imaginar que estas tierras estarían inundadas de filipinos que cuidan abuelos y surfistas con parapentes.
¿Qué habrían pensado si hubieran visto un surfista? O el bus número 10? O el golpe en mi cámara digital? O que hubieran probado algo tan bueno como las gomitas Trolli?










08 diciembre, 2008

De todo, un poco.

Las empanadas me quedan muy gruesas y secas porque, como no las cocino con aceite y tampoco uso molde, sus paredes se vuelven ásperas y anchas. Con todo y eso, aquí en casa se las comen porque mal que bien parece que lo que haga con arepa harina es un manjar. Hace como dos semanas me dio por apanar un pollo con ella y el resultado fue desastroso, sin embargo al llegar en la noche se lo habían comido todo.


Este asunto de cocinar es toda una terapia, aunque no me gusta tanto como escribir porque en el computador puedo hacer clic en “Deshacer” cuando la cago, en cambio el pollo apanado con arepa harina me tocó meterlo en una mezcla de vino, salsa de soya, ajo y tomate (después de haberlo fritado) para “Deshacer” el error. Conclusión: la arepa harina no sirve para apanar pollo.



Actualmente no estoy muy seguro de que pueda sobrevivir en la cocina sin la salsa de soya, como tampoco creo que sobreviva en más viajes ahora que mi cámara se ha roto. Pero es que no sé en qué momento se me escapó del bolsillo y fue a dar al suelo. Tampoco sé que otra salsa pueda ponerle al pescado para que quede saladito, mojadito y sabrosito.
Creo que en toda mi vida preparé arroz tres veces, la cámara es la primera vez que la dejo caer y se volvió caca. El arroz en cambio es el favorito de casa. Hay cosas que uno nunca ha hecho y le salen bien, como hay otras que lleva haciéndolas un largo tiempo y de todas formas la embarra.



Ayer fui de viaje a Haifa, una ciudad al norte de Israel famosa por su puerto y su gente trabajadora.Como si fuera la primera vez que viajo me bajé sin mirar el mapa y terminé caminando en círculos por cerca de una hora. Resultado: pérdida de la entrada a la mayor atracción de la ciudad.Es que uno no se puede confiar creyendo que todo lo que lleva haciendo por mucho tiempo ya lo sabe hacer bien, uno debería siempre seguir dudando de sus capacidades y así no se equivocaría tanto. En fin, tengo que comprar otra cámara, seguir haciendo arroz y no apanando el pollo con arepa harina.




Toy Soldier: No se si alcanza a leer, pero me pareció curioso el nombre de este juego tan conocido como la grúa para atrapar muñecos. Como si aquí en Israel no sobraran elementos referentes a la guerra el juego nos remite con su nombre y diseño a la de un soldado que debe rescatar peluches.





Caminando por Haifa me encontré, en un vecindario de árabes cristianos, este tesorito con el que casi se me aguan los ojos.



"Panorámicas" de Haifa, una ciudad que me gustó mucho por sus montañas y sus miles de escaleras hacia lugares solitarios.



Estos son los jardines de la Fe Behaí. Un lugar imperdible en Haifa. La idea central de la Fe bahaí gira en torno a la humanidad como una única raza y al día de su unificación en una sociedad mundial en la que los grandes profetas y representantes de todas las religiones como Mahoma, Jesus, Moises, Abraham, etc, hacen parte de un sólo camino que Dios ha marcado, enviando cada vez mensajeros diferentes. Interesante. (No pude ver mucho porque ya habían cerrado lo más importante).





21 noviembre, 2008

Día a día

Las camisas casi nuevas (si después de haberlas lavado a mano sólo dos veces en tres meses se pueden llamar nuevas) se han puesto motosas en la parte baja de atrás, señal de que paso sentado en la cama mucho tiempo. La puerta permanece cerrada si estoy solo en casa y la abro para no ser grosero si alguien llega. También para ver la cara de cualquiera en las horas que pasan cortas y largas en esta ciudad de religiosas familias jóvenes, niños llorones, barbas, mangas y faldas extensas como los tiempos que los semáforos peatonales tardan en cambiar o el bus 29 en arrivar.

Abro los ojos y no puedo creer que haya sido un instante el lapso entre que fui al baño a orinar y la salida del sol. Ya he aprendido los objetos que tengo que esquivar en la oscuridad para evacuar mi vejiga y evitar que tenga otra de esas pesadillas en las que busco un baño que tenga puerta. Ay de mi cuando al fin lo encuentro y me alcanzo a despertar en el momento exacto en que la humedad no ha cruzado la frontera entre mi piel y las sábanas.
Si no tengo clase de hebreo puedo abrir mis ojos perfectamente a las diez de la mañana para encender el televisor y ver alguna novela latina en el canal Viva o un programa infantil en hebreo que me sea fácil de entender. Puede pasar una hora y ya son las once con cara de doce con olor a almuerzo. Por la ventana entran cientos de olores diferentes y aunque no lo hicieran todos al tiempo no podría identificar que cocinan, como tampoco puedo identificar de qué apartamento o edificio vienen los continuos llantos de miles de niños que acompañan mi mañana. Pero no importa, me conformaría con saber dónde vive la niña que diariamente sale a la ventana gritando “Aba voy” (Papá ven) por alrededor de una hora. No creo que pueda ir a su apartamento para decirle algo a su madre, tampoco que pueda acomodar la almohada en su dirección para no escucharla, pero al menos si le veo la cara pueda sentir ternura en lugar de rabia.
El recuerdo de que la luz del día se acaba a las cuatro y media de la tarde me saca de la cama y me visto sin bañarme para darle tiempo al sol que caliente el agua. Me desayuno algún cereal viendo las noticias de El Tiempo en Internet y sueño con abrir la página y leer de la liberación de algún secuestrado. En tres meses sólo ha ocurrido una vez y de resto me entero de falsos positivos, crisis financieras y pirámides estafadoras. Tal vez no vale la pena buscar tanto noticias buenas cuando en el camino tengo que leer tantas muy malas.
Saco de mi maleta el vocabulario hebreo del día anterior y memorizo una a una entre veinte y treinta palabras. Aunque mi lectura sea absolutamente pésima, me animo notando que mi cerebro almacena la fonética rápidamente.
Moran ya se ha ido, casi siempre me abandona después de las once y sólo aparece después de las cinco si no está trabajando un turno doble. El otro día hice cuentas y a veces paso doce horas seguidas sin cruzar palabra con algún ser humano. Luego ella vuelve y unas horas después también llega la hora de dormir. Pero me cuesta dormir y a veces llegan las tres de la mañana y yo no he hecho más que dar vueltas en la cama. Pensé que tenía un problema grave de insomnio pero luego he recordado que son las mismas vueltas que a los cinco años daba al lado de mi mamá buscando la posición más cómoda para dormir. Últimamente han venido a mí las memorias de mis tiempos más pasados encontrando que muchas de mis formas de pensar, sentir y actuar me acompañan desde que me acuerdo que existo.
Esa necesidad de encontrar la posición exacta para poder dormir, la claustrofobia cuando Moran pone sus piernas sobre las mías, mis pies eternamente fríos, mi amor por la soledad, la televisión, la lectura y los espacios cerrados, la maldita timidez cuando se me sienta al frente una mujer bonita y quien sabe cuántas cosas más me ocurrían en mi infancia muy temprana llevándome a la conclusión de que si no nací con esto lo debí aprender en el jardín de infantes o en mi casa acostado viendo novelas junto a mi abuela cuando me gustaba poner mi cabeza sobre sus senos.
Ahora mientras escribo, se me acaba de ocurrir que de pronto por ejercitar mi memoria para aprender el hebreo se han desempolvado algunas gavetas olvidadas de mi materia gris. Sabrá Dios con qué más cosas me envió a esta tierra sin preguntarme y que otras observé y aprendí a imitar inconscientemente. Bueno, si sigo estudiando, tal vez las descubra.

04 noviembre, 2008

El lenguaje, una alegría olvidada

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Nunca me detuve a pensar en lo maravilloso que es decir “Hola cómo estás?”, “Bien gracias, y tú?”, “Llegaste?”, “¡Estas mojada!”, “ya no te quiero”. Y es sólo ahora cuando abro mi mente a un nuevo idioma cuando encuentro fascinante poder comunicar todo lo que me da la gana en mi idioma, poder cantar una canción, responder cualquier pregunta en la calle, leer el menú de un restaurante, entender la publicidad y analizar sus secretos.
Qué bonito es el español, y que bonito el de mi Colombia tan musical y correcto. Porque, ¡Ni mas faltaba! No es lo mismo oír el incorrecto y mal hablado español argentino en el bus camino a mi clase de hebreo, que el maravilloso español que hablamos en Colombia, y sobre todo, en Bogotá. ¡Que vivan mi rola ciudad, Miguel de Cervantes y la Real Academia de la Lengua!

Tal vez ha pasado mucho tiempo desde que fuimos lactantes y poco a poco armamos en nuestro cerebro el esplendoroso esquema del lenguaje, por eso ya no recordamos la alegría que sentimos de niños al comenzar a comunicar lo que sentíamos, queríamos u odiábamos, en lugar de usar las muecas, la risa o el llanto como el único medio de comunicación. Tal vez simplemente nunca sentimos alegría.


Lo invito a usted, a su merced, a sumercé, a tomar alguna palabra corta, su nombre si quiere y repetirlo al menos cien veces, y mientras lo hace, le recomiendo que por una vez en su vida analice cada sonido que hace, note como se conectan los fonemas y como el viento al pasar primero por su garganta, cruzar en medio de sus dientes y rozar o golpear contra sus labios origina ese ruido con algún significado que se va perdiendo poco a poco mientras sigue repitiendo la palabra.


¿En qué momento esa palabra cobró algún significado para usted?, ¿Qué significa esa palabra para una persona que no habla español? ¿Qué significa en un lugar donde nadie puede entenderle?
Es sólo un sonido que sale de su boca. Pero ¿Dónde se originó? ¿Quién lo dijo primero? ¿De dónde es la raíz? ¿Es romana? ¿griega? ¿árabe? ¿gringa? ¿colombiana? ¿A quién se le ocurrió reunir esos sonidos y darles una interpretación?


Es increíble que una palabra como “SI” signifique afirmar algo en español, pero que en hebreo se tenga que decir “KEN”, en inglés “YES”, “OUI” en francés, “JA” en Alemán, “HAI” en japonés, “NAAM” en árabe. Donde están los locos o genios que tomaron decisiones tan fundamentales?


Si alguien dijera muchas veces “SI” en alemán parecería que se está riendo en español, pero si alguien dijera dos veces “SI” en inglés estaría diciendo SISI, que para un gringo significaría “MARICA” . Si alguien dice “SI” en japonés entonces en inglés pareciera que dice “HOLA” y si digo “SI” en hebreo entonces es como si llamara al esposo de la barbie.


En fin, el lenguaje. Y esa alegría olvidada de poder comunicarnos.

24 octubre, 2008

Paseando en los territorios de Conflicto


Paisaje de Belén
Siempre quise conocer el conflicto por mis propios medios, estaba cansado de que las noticias y la gente me lo narraran lleno de juicios y vicios.
La primera experiencia fue ir a Belén, o como se dice aquí, Bethlehem. Sí, la tierra donde nació el niño Jesús, donde estaba el pesebre, ese que construimos todas las navidades bajo el arbolito en el rincón de la casa donde se hace chichi el perro. (Por cierto Belén es un verraco desierto y no sé por qué ponemos siempre un papel verde simulando pasto y que hace mugre, mucho menos animales, si acaso camellos).

Iglesia de la Natividad (Donde nació Jesús)
Al interior de la Iglesia
Me subí en el micro bus y a mi juicio todos los pasajeros que me acompañaban eran palestinos (ya casi no me gusta decir árabes). Anduvimos hasta el primer retén donde todos tuvieron que mostrar unas libretas de forro azul o verde y yo alisté mi pasaporte pero me sentí un poco mal de ver que los soldados israelíes ni me notaron, decidieron que no era musulmán con sólo mirarme. Después de tres minutos quedaron dos puestos libres de los dos muchachos que retuvieron. No sé si se trataba de los mismos dos jóvenes que mencionarían tres días después en las noticias, anunciando que habían sido capturado dos sospechosos terroristas cerca a Bethlehem.

Herodium


Herodium


El bus me llevó hasta el centro y el conductor del micro me conectó con Nasri, un taxista con inglés regular que me llevó a la iglesia de la natividad (donde nació el niño Jesús pero en esa época no había iglesia) y al Herodium, un lugar que sirvió de monumento para Herodes y luego de refugio para cuanto ejército invadió la zona durante cientos de años. Todo el recorrido duró unas tres horas en las que Nasri además de ser mi guía turístico gratuito me contó que tenía tres hijos, el menor de tan sólo un año. Cuando le pregunté si vivía feliz en esa villa y si tenía todos los servicios públicos me contó que los tenían todos pero que el agua sólo una vez por semana pues “los israelíes” cortaban el servicio el resto de los días. En su voz no sentí rabia, sentí la voz de quien ha aceptado su realidad. La única agresividad que sentí fue en el aviso a la salida de Bethlehem que prohíbe claramente el paso a cualquier judío. Complicada esta cosa de ser judío, complicada esta cosa de ser musulmán.
Este es Nasri

El día siguiente partí hacia Ramala para ver el mausoleo de Yasser Arafat.Los muros de 8 metros de concreto que separan a esta ciudad de Jerusalén, me hicieron pensar en lo realmente divididos que están el pueblo judío y el musulmán. Aunque cruzamos el punto de control sin siquiera parar, las enormes paredes están allí para que la gente no salga, a nadie le importa si entras.

Calle de Ramala


Al llegar tuve que preguntar muchas veces para poder encontrar el objeto de mi visita y me asombró ver que muchos palestinos hablan inglés, que a pesar de la aparente pobreza no hay niños pidiendo dinero en las calles, que todo cuesta la mitad de lo que vale en Ra’anana o Tel Aviv.En comparación a las ciudades judías, Ramala se siente desorganizada y un poco sucia, lo mismo ocurre en cualquier asentamiento musulmán donde pareciera que no les preocupa mucho donde ponen la basura. Esto ha dado pie para que la gente que vive al otro lado del muro diga que “los árabes son sucios”.


Llegué a la Muqataa (Cuartel General de la Autoridad Palestina) y al lado del mesón que protegía los restos de Arafat había dos soldados palestinos que se apostaban rígidos cada vez que alguien se acercaba. Muy diferente de lo que imaginé parece que a Yasser no lo venera nadie, o por lo menos los palestinos no lo demuestran con flores, de pronto es que a la gente que quiso hacer la paz no se le venera tanto como a los que hicieron la guerra. De pronto para la gente es suficiente con la mezquita y la torre de 30 metros que construyeron en su honor y que en las noches emite un rayo de luz hacia Jerusalén, la ciudad a donde nunca pudo volver.
Abandoné Ramala sin perder de mi memoria a las mujeres con su cabeza cubierta, y cada vez encuentro más encanto en el hecho de que las mujeres religiosas, tanto musulmanas como judías se cubran el cuerpo para dejar trabajar la imaginación del hombre, para dejar su rostro como la única muestra de su belleza exterior.



Frontera con Nablus

Contarle a un israelí judío que fui a Nablus es casi un pecado, por no decir, un crimen.Llegué a esta ciudad luego de cambiar dos veces de bus y pasé la frontera sin ningún problema confirmando que a nadie le importa quién entre a los territorios prohibidos, lo complicado es salir.Recorrí por casi una hora el centro de la ciudad y el ambiente hosco que dan los carteles con las fotografías de los palestinos que se han inmolado, sumados a los que tienen las fotos del soldado israelí secuestrado hace dos años, Guilad Shalit, exhibido como un trofeo, me hicieron desistir de permanecer más tiempo. No pude evitar pensar en todos los secuestrados que tenemos en Colombia y me dolió el estómago viendo como en Nablus se elogia el secuestro y se lo usa para alimentar el odio.


Calle de Nablus

Me dirigí a la frontera de regreso y la salida era definitivamente otra historia. Se agolpaban para salir unas cincuenta personas y me asusté al pensar que tendría que esperar a que los requisaran a todos, sobre todo tratándose de las mujeres que con tantas ropas encima les lleva horas pasar.
Pregunté a un joven de la fila si creía que yo también tenía que pasar por el mismo puesto de control y me contó muy amablemente que si tenía un pasaporte, podría pasar por la misma ruta de los carros evitándome todas las requisas.
Con el pasaporte en la mano y el corazón en el cuello le grité desde lejos a una soldado morena que me esperaba al final del camino. Ella, me hizo señas de que me acercara y con sus dientes perfectos me acribillo de preguntas antes de dejarme pasar. En cinco minutos hice lo que a cualquier palestino le tomaría dos horas, sólo por tener un pasaporte y una cara colombiana.


Calle de Nablus
Al día siguiente me aventuré a Jericó, la ciudad más vieja del mundo. Esta vez los puntos de control fueron casi nulos y llegamos después de aprender unas cuantas palabras en árabe y con las que fui deslumbrando a cuanto palestino se cruzó por mi camino. Pareciera que el mérito de decir hola (Mar Jabá) o gracias (Shukran) fuera suficiente para caerle bien a todo el mundo.

De camino al templo de San Jorge, alojado en una grieta profunda a diez minutos de Jericó, me encontré primero a Muhammad quien me pidió que le ayudara a cargar unas naranjas hasta el lugar donde luego me prepararía un jugo gratis y me pondría un atuendo árabe típico. Luego encontré a Ali, un joven que lleva y trae burros con personas al lomo y quien al ver que sabía algunas palabras en árabe se interesó en enseñarme más y establecimos una relajada conversación. Me impresionó que mientras íbamos avanzando, alguien que hacía su mismo trabajo pasó y me dijo en voz alta que le diera algo de dinero al muchacho. Ali se molestó mucho y dijo avergonzarse de los árabes que sólo piensan en dinero y hacer negocio. Después de un rato y de enseñarle a decir “Gracias” en español lo dejé en ese cañón montado en su burro.



Regresé de mi viaje y no tengo aún una idea clara del conflicto, tampoco creo que algún día la pueda tener. Sólo sé que en todos los lugares hay personas, que siento tristeza de pensar que cualquiera de los que conocí pueda morir en medio de esta guerra y no es una tristeza mayor o menor si se trata de Muhammad, Ali o Nasri, de cualquiera de los soldados israelíes que vi rostizándose bajo el sol mientras hacen su trabajo, sonriendo a la gente que pasa amablemente, no de mala manera como lo muestran en las películas y documentales del conflicto. Monasterio de la Tentación (Tal vez en el reino de Dios somos iguales, en este monasterio los rumanos ortodoxos tienen prioridad de entrar, lástima).






Aquí con un buen amigo Japonés que encontré, su nombre: Akira.

18 octubre, 2008

Jerusalén, un pequeño gran planeta.

Empaqué una pequeña maleta y viajé durante hora y media para terminar nadando en un mar de gente a la salida de la estación de buses de Jerusalén donde se oía algo parecido a lo que se debió escuchar alrededor de la torre de babel.
Entré en el primer hostal que encontré tras los muros de la ciudad vieja y me acomodé en el segundo piso de un camarote frente a Robert, un gringo entrado años ciudadano del mundo, y de La Mesa, Cundinamarca, porque allí también vivió alguna vez, mucho antes de llegar a Jerusalén para habitar entre las cuatro paredes que hoy rodean el desorden de todos los huéspedes, y cerca al sitio donde hace la lavandería para pagar su hospedaje desde hace tres años.
De las cuatro sombrillas clavadas en cada esquina de una mesa plástica al lado de su cama, cuelgan bolsas plásticas con comida, basura y artículos de aseo que los viajeros le han dejado para abrirle campo a los suvenires que compran. Parece vivir con justo lo necesario y guarda una lista en su cabeza con la información necesaria para ir a cada lugar turístico que, por supuesto, el nunca ha visitado. Allí lo encontré y lo dejé, para en una próxima vez regresar a saludarlo y llevarle algún regalo. Luego salí a caminar.
Si alguien quiere conocer el mundo y no tiene tanto dinero, ni mucho menos visa para hacerlo, debe venir a Jerusalén. Este tal vez sea el único lugar de la tierra donde convergen tantas culturas, religiones, idiomas y costumbres. Un combo promocional del universo para tener una visión de toda la gente que habita este planeta.
Si los ojos chinos son distintos de los japoneses, si el ego de los franceses es tan grande como las tetas de las brasileñas, si los irlandeses beben mucho, si los gallegos son como los pastusos, si los árabes odian a los judíos, si los judíos son amarrados, si los colombianos consumen drogas o sólo las venden, si los peruanos son ladrones, si los mexicanos son chaparros, si las australianas son divinas, no importa cuál sea su creencia, en Jerusalén encontrará que generalizar es un error, que es más lo que nos acerca que lo que nos separa, que todos, creamos que somos iguales o no, podemos vivir y compartir un espacio de tierra (protegido por soldados).
La ciudad vieja de Jerusalén está rodeada de murallas de piedra blanca y fría en las que se han abierto siete puertas para darle la bienvenida a personas de distintos orígenes a través de la historia, y una que se construyó cerrada y que los cristianos reservaron para Dios en el día del juicio final, si no le da por sumarse al paro judicial.
La ciudad vieja de Jerusalén alberga tantas ratas como creencias. Es posible notar divisiones invisibles que dan origen a lo que se llaman “cuartos” o barrios y entre el barrio judío, el árabe, el cristiano y el armenio se ven caminar desnudas y peludas las roedoras tan grandes como gatos.
Cuando las veo pasar, más asustadas que yo, me pregunto si ellas se preguntan por qué hay una piedra en el santo sepulcro que recibe más besos que algunos niños, por qué la gente pide perdón frente al muro de los lamentos y hay que lavarse los pies para estar bajo un tejado de oro. Me pregunto si ellas se preguntan por qué los humanos estamos buscando a Dios en donde ellas encuentran todos los días su alimento.
Así es Jerusalén. Llena de ratas y de preguntas sin respuesta. Llena de templos como si no hubiéramos entendido nunca el significado de iglesia que Jesús quiso enseñar, llena de mercados al lado de los templos como los que Jesús algún día destruyó. A pesar de tantas preguntas, a pesar de tantas ratas, Jerusalén me atrapa y me devora, me alimenta y me llena. Jerusalén me alimenta las ganas de entender los “por qué” de todo esto, y si Dios me da licencia, algún día entender “para qué”.
El refugio de Robert.
Jugo de Rimón, definitivamente mucho mas rico que el rimón solito.
Camino al barrio Mea'Shearim, un tradicional barrio religioso judío donde no circulan autos en Shabbat y todas las personas salen vestidas de negro. Los hombres con sus características patillas para que Dios los hale cuando cometen pecados y las mujeres con falda y los brazos cubiertos hasta el codo. Algo digno de ver y muy hermoso.



Este rabino, que en paz descanse, fué catalogado por algunos como el verdadero mesías. Esto ha hecho que haya una división entre algunos judíos que piensan lo contrario. La pregunta importante aquí es, qué tiene que hacer el mesías para que los humanos lo reconozcamos cada vez que viene.
Propaganda política de un rabino. Muy bonita.

Edificación en la ciudad vieja.


Niño con botella del vino que se toma en Shabbat, sin alcohol.

A las 5 de la tarde por la puerta de Yaffo se puede ver entrar cientos de judíos religiosos que van al muro de los lamentos o Kotel.

El monte calvario o "de la calavera" (¿la pueden ver?) donde aparentemente fue crucificado Jesucristo.

El jardín de José de Arimatea donde también se cree que fué enterrado el cuerpo de Cristo.


Lugar donde los musulmanes de lavan los pies, las manos y la cara, antes de entrar a la mezquita.


Apartamentos. Es importante entender que en la ciudad vieja de Jerusalén vive gente, no es sólo el sitio de peregrinaje y comercio que muchos creemos, o al menos yo pensé.

Puerta de Yaffa. Una de las siete con acceso para personas.

Las banderas de Israel cubren la mezquita. A pesar de ser un país declarado judío es imposible negar la presencia de un millón y medio de musulmanes.

Caserío en Jerusalén.



Muralla de la ciudad vieja.


Saliendo por la puerta de Yaffa encontramos un corredor con almacenes de lo mas elegantes y que contrastan con el mercado informal al interior.


Camino a la Gran mezquita o Domo de la Roca. (El templo musulmán).

La Gran Mezquita. (No me dejaron entrar. A nadie lo deján entrar).



El muro de los lamentos, western wall o kotel, lugar de recogimiento del pueblo judío.


Bar Mitzvah, ceremonia en la que un niño judío es reconocido como adulto ante la religión y comienza a ser responsable de sus actos. En el interior del cilindro hay partes de las escrituras y los hombres se acercan para besarlo. Al cilindro.


Las calles de Jerusalén siempre toman un color rojizo o azulado en las noches.


El templo del santo sepulcro donde también se cree que Jesús fué enterrado y donde reposa la piedra que supuestamente sirvió de puerta para su tumba.
La gente se acerca a refregar los souvenires contra la misma y algunos la besan apasionadamente. A la piedra.




Puestos de mercado dentro de la ciudad vieja.