03 septiembre, 2007

My Super Sweet Lolas


Ver un episodio de My Super Sweet Sixteen en Mtv es una experiencia interesante, no sabes si lo que ves te asusta o disgusta, si lo muestran para que las jóvenes repitan lo que allí se ve o por el contrario tomen el ejemplo de un ser humano que nunca deben imitar.

Si tan poco me gusta, alguien podría preguntarme por qué lo veo, y yo tendría que responder que lo hago por morbo, por pasar un rato juzgando esa sociedad de hoy que considera a una parte de las personas como VIP y al resto, como “la basura que no quise invitar a mi fiesta”.
Como seguramente muchos aún no han visto el programa sería justo que describiera según mi punto de vista el formato.

Una serie de niñas, no importa la raza, ni la religión, ni la nacionalidad, en fin, millonarias, se acercan a la edad en que pueden conducir, los super dulces diez y seis. Momento importante en la vida ese de comenzar a conducir.

Para que una niña millonaria pueda tomar el volante como primer requisito debe recibir un auto de costo no menor a los cien mil dólares o de lo contrario morirá. Para garantizar que el resto de sus amigos y conocidos sí mueran, pero de la envidia, les reparten invitaciones a una fiesta que promete ser el evento del año.

El drama es real, si no que cualquiera describa el trauma por el que pasan estas casi siempre lindas criaturas cuando sus padres les cuentan que no habrá fiesta. Es que para cualquier niña de dulce no hay pesadilla mas horrible que quedar como un “culo” ante los “amigos”. Pero hay que tranquilizarse, sólo es un teatro de los padres para enseñarle a sus hijas que las cosas cuestan y que no todo lo que quieren lo pueden tener.

Les dan la sorpresa de que la fiesta se llevará a cabo e invitan siempre a alguna celebridad para que se encargue de la música, sería una pena con los invitados no llevar alguna estrella negra del rap.
Una de las partes importantes de la organización es la entrada triunfal de la homenajeada, tiene que ser algo diferente a lo que se ha visto antes y por eso hay que comprar una moto de cincuenta mil dólares, alquilar un caballo unicornio, un helicóptero, o en fin, algo que al menos parezca volar, en el peor de los casos, que sea muy caro, llegar en limosina sería casi un descrédito.

Se seleccionan también unas amigas VIP, esas son las niñas que tienen el amor más sincero hacia la niña de los dulces diez y seis, o las que le han hecho menos cagadas últimamente, en todo caso siempre hay alguna que por una pataleta es echada del club VIP y por ello es declarada looser, una real perdedora, “la niña que no merece mi amistad” y por eso no se puede subir a la tarima conmigo, es que a la tarima solo suben el cantante, mi mamá, mi papi y las chicas VIP.

Detalles importantes: ninguna de las niñas VIP puede tener un vestido o peinado siquiera parecido al de la cumpleañera, tampoco puede ser más hermosa, eso sería motivo de que corte sus venas y nadie quiere ver sangrando a la protagonista, mucho menos el vestido manchado, ella debe ser, en sus palabras, la “diva”. ¿Qué será para una niña de estas una “diva”? en fin eso no importa, al menos no a mi.

A la entrada se presentan cientos de niños y niñas sin plan, que intentaron falsificar la pulsera distintiva de ingreso o que falsearon una tarjeta de invitación, con el desprecio requerido para una situación bochornosa como esa, la dueña de los 16 años que está a punto de comenzar a conducir, precisamente conduce a los “NO INVITADOS” fuera. Es que, ¿qué se creen?
Después del baile viene la presentación del cantante con la que todo el mundo confirma que jamás ha asistido ni asistirá a un evento de tal magnitud, luego llega la entrega del carro. Es que para eso fue que se organizó la fiesta y lo mejor siempre se deja para el final.

Si los padres tienen suerte a su hija le gustará el vehículo, un auto que cualquiera de los presentes mataría por tener.
En conclusión, luego de media hora hemos hecho un recorrido por un mundo vacío de cosas que el dinero nunca podrá comprar: conciencia, amor, respeto, y sabrá Dios cuantas cosas más.

¿Dónde podrá parar una vida cuyo dueño cree que es más importante ser más que los demás que amar a los demás?

¿A dónde puede llegar un niño cuando crece convencido que en lugar de vivencias debe llenar su vida de apariencias?

Hace unos días cuando le conté del programa a mi tía Mary, maestra desde hace años en Venezuela, me contó algo aún más sorprendente. Las niñas de dulce ya no quieren hacer fiesta, ahora se quieren hacer las lolas.
¿Que cuáles son las lolas?
Pues esas que se llenan de silicona para adornar el espacio frontal donde a un lado alguna vez hubo un corazón, y al otro se llena el pulmón derecho de envidia.
Y tal vez sea que para mi no es tan importante que una mujer tenga las lolas grandes, de cualquier manera no creo que esa profunda identificación del ser con el cuerpo pueda salvar a alguna niña el día de mañana cuando sus lolas le demuestren lo que se consigue con ellas.