12 octubre, 2006

La Isla Perdida de Santa (en imágenes) Parte 2

Se han dispuesto cuatro centinelas en los puntos cardinales de la isla para registrar cualquier aparición de papá Noel, pero desde hace siglos nadie ha visto nada.


Duende anciano camino al trabajo. (Ante la similitud de rostros es casi inevitable confundir a unos con otros).


Duende Mochilero. Se encarga de llevar juguetes de un lugar a otro mientras mastica hojas de coca.


Duende anciano intenta infructuosamente de hacer funcionar un gorro mágico.

La Isla Perdida de Santa (en imágenes) Parte 1

La crianza de duendes. Una ardua labor, sobre todo si se tiene en cuenta que cada familia cría al menos cuatro duendes.


Bienvenido al mundo donde los sueños no se hacen realidad.


Don Lucas. No es papá Noel, pero hace su mayor esfuerzo.



Todas las mañanas muy temprano Don Lucas iza la bandera de papá Noel con la esperanza de que un día aparezca para llevarse los juguetes que encargó.

La Isla Perdida de Santa

Supe que Taquile era la isla de papá Noel porque salieron a recibirnos sus duendes con gorritos de lana multicolor y pequeños pompones de lana colgando en sus extremos.

Así como lo había visto muchas veces en las películas de Hollywood, todos tenían rostros iguales, pero a diferencia del cine, encontré duendes viejos y duendes niños, duendes femeninos y duendes masculinos, no había nieve, no había orejas puntiagudas ni rostros felices, papá Noel y su magia habían desaparecido mucho tiempo atrás.



Según lo que me contaron, hace cientos de años Santa contrató a los duendes de ésta isla para fabricar juguetes pero desde entonces nadie más lo volvió a ver. En esos tiempos aún conservaban los rasgos típicos de su raza, las orejas afiladas, la corta estatura, la sonrisa blanca, ojos brillantes y un rostro angelical. Pero poco a poco con la dureza de la vida todos fueron perdiendo eso que los caracterizaba. Lo único que aún conservan casi intacto es su lenguaje al que le dicen Quechua. En lugar de decir Gracias, dicen Isparasunqui, y en vez de decir hola, dicen Ayiyanchicuchenqui.

Los duendes de papá Noel o taquileños, viven en aldeas de barro comunicadas por senderos de piedra muy bien diseñados, cada hogar es compartido por familias de 5 a 10 duendecitos entre los que podemos encontrar a una mamá duende y al menos 4 duendecitos. En algunas ocasiones el hogar también cuenta con un papá duende, pero casi nunca es así. Son familias numerosas.


Según las recomendaciones de papá Noel, todos debían tratar de tener muchos hijos pues mientras más duendes, más posibilidades de producir juguetes. Sin embargo, al principio los bebes duendes son muy pequeños para trabajar e incluso para caminar, entonces sus madres los cargan en grandes trozos de lana de colores que tejen para proteger a sus hijos del frío y de las pesadillas, de esta manera pueden llevar a los bebes a donde vayan sin interrumpir sus labores.

Conservan además la creencia de que los duendecillos cargados en la espalda pueden ir aprendiendo desde allí, el oficio al que se dedicarán cuando crezcan.

Volviendo a la historia, en vista de que el viejo de rojo y barba blanca nunca regresó, hace algunos años los duendes se vieron obligados a contarle a otros de la existencia de ésta isla secreta para poder sobrevivir.
Animalitos de lana, collares de semillas, piedras fluorescentes y títeres animados que habían fabricado para papá Noel terminaron siendo vendidos a seres humanos a los que llaman turistas.De la labor de publicidad se encarga Don Lucas. Un anciano que no es papá Noel pero es casi igual de viejo. Su espalda encorvada es la de una persona que ha cargado toneladas de juguetes, pero en realidad su joroba es sólo el resultado de años navegando en pequeños trineos de motor que usa para llevar a la isla, personas del mundo que llaman real.

Don Lucas sabe que no le queda mucho tiempo y por eso guarda la esperanza de que papá Noel regrese a Taquile para llevarse los regalos que un día mandó a fabricar. Nunca deja de izar la bandera roja y blanca en su bote, esperando que el viento lleve el murmullo de su movimiento hasta donde el gordo panzón se encuentra y le recuerde que hay una isla que se llama Taquile donde la gente dejó de sembrar la tierra para fabricar juguetes y que ahora pasa hambre mientras envejece bajo los gorros de colores que hace tiempo dejaron de ser mágicos.

Titicaca, más que agua.

Además de las islas Uros y la isla Taquile (de la que hablaremos más adelante), visitamos la isla de Amantaní donde pasamos la noche en el hogar de una familia indígena.

La isla de Amantaní alberga dos templos naturales, uno dedicado a la pachamama y el otro al pacha tata. El primero más grande que el segundo. En la fotografía tenemos la montaña sobre la que está construído el más pequeño.
Es fácil entender la gran fé de la gente. En espacios como éstos donde se aprecia la belleza de la naturaleza se siente imposible no adorar a un Dios.



Mulle de Amantaní. Unos minutos antes de partir.


El viaje en bote puede durar hasta tres horas, si el bote no se vara. Mientras tanto nos divertimos un poco con los niños haciendo figuras de plastilina.



Stella era hija de una brasilera y un japonés. ¿Será que muy pronto se me hace el milagrito y tengo una sobrina?


Había olvidado publicar ésta fotografía en Puno. Aquí estoy con Flavio, Candy y la bebé alpaca Inti.

En el lago Titicaca tuve ganas de...

Desde los cinco y hasta los siete años me acompañó una canción que hacía mofa de un lugar del mundo de nombre extraño y gracioso. Un himno a la inocencia que ha marcado la vida de miles de niños colombianos mientras cruzan el ancho umbral entre el jardín infantil y el colegio. - En el lago Titicaca tuve ganas de hacer caca, no tenía papelito y me limpié con el dedi-tó, y me supo a pasteli-tó.
Pasaron los años. La canción se marchó bailando de la mano con ese pequeño niño que un día fui y que ignoraba la existencia del famoso lago. Pasaron los años. Ya ni los niños entonan esas canciones de una época en que las peores groserías eran caca, bobo y moco. Por lo menos aún existe el lago.



El lago Titicaca es tan inmenso y azul como el mar, pero a diferencia de éste, no se inmuta con la luna porque conserva la calma de los nativos que aún lo habitan.
Los Uros, una tribu indígena atemorizada por la invasión de los Incas, se valió de su ingenio y una hierba nativa llamada tototora para levantar sobre las aguas, aldeas que los llevaron lejos de la guerra. El resultado es un conjunto de personas que flotan sobre un suelo algodonado en el que sientes ganas de saltar, pequeños ranchos que podrían pertenecer al más lindo cuento de hadas.


Para llegar allí viajamos con mi padre en un bote cargado de frutas, indígenas y algunos japoneses. Al bajar fuimos conducidos a una escuelita que se sostiene de milagros y tarareos, allí se albergan no más de 8 niños con sus cachetes inflados y morenos de los que salen canciones infantiles en múltiples idiomas de media lengua.
Es casi imposible no llorar, porque la ternura nos quiebra como se quiebra el suelo de éstas islas a nuestro paso.


El tiempo se fué muy rápido y en menos de veinte minutos tuvimos que abandonar las islas con un nudo en la garganta, ojalá en una próxima oportunidad pueda regresar para enseñarles a hacer animalitos de plastilina, y por qué no, la canción del lago Titicaca.

Mira un corto video en:
http://www.youtube.com/watch?v=B-q_oHv-2Ag



Atardecer en el lago Titicaca.



El lago, desde el punto más alto.

11 octubre, 2006

Legado - Lego

Cientos de años atrás Sillustani fue el lugar elegido por los indígenas para construir torres de piedra en las que enterraban a sus muertos. Ahora sólo quedan restos de éste gran trabajo y para resaltarlo quise compartir éstas fotografías...

Parece fácil...


Pero debió ser muy difícil


Parece un juego...


Pero es real.

Y también es real que las torres se están cayendo. :(


Para ver un pequeño video que filmé en el lugar pueden hacer clic en el link a continuación o pegarlo en su browser.

http://www.youtube.com/watch?v=p1kpJqJkWaY

10 octubre, 2006

Las fotos que faltaban de las ruinas...

Terrazas infinitas se abren paso en la ladera de la montaña formando una escalera para el último gigante vagabundo.
Pisac.


El jefe cabeza rapada camino a su casa.


Piedras que se ajustan para que el viento no pueda cruzar por ninguna grieta.
Ollantaytambo.

Manchita en el cielo.
Pisac.

El jefe cabeza rapada oficiando la ceremonia del Cuy asado.

El tablero de la escuela.
Ollantaytambo.


No son ruinas. Tan asombrosa como su capacidad para construir en la burda roca, los Incas demostraron su habilidad para la trepanación de cráneos usando placas de oro para sellar posteriormente a la operación.

Más fotos en las ruinas...

El jefe cabeza rapada con su heredero en el trono del sol. Ollantaytambo.


Machu Pichu. Al fondo se ve el Wayna Pichu, el guardian de las ruinas. A este lugar subimos por escaleras pendientes durante una hora para disfrutar de la vista completa de las ruinas.



Machu Pichu


Machu Pichu


Ventanas al pasado.


Chinchero. Otro de los lugares construidos sobre las ruinas Incas.

Fotos de las Ruinas

Machu Pichu
El jefe cabeza rapada.


Llama la Yama


La cabeza del jaguar. Una de las ruinas mas impresionantes cerca de Cusco, son las ruinas de Sacsaywaman, a mi gusto mas lindas que Machu Pichu. Las rocas son negras e imponentes y forman corredores en zigzag que a la vez son los dientes de un gran jaguar.
Estas murallas sirvieron de templo y luego de fuerte para una de las batallas mas sangrientas entre el pueblo Inca y los españoles.


Y... Cuál es el siguiente paso?

09 octubre, 2006

Ruinas de la Imaginación

Es prácticamente obligatorio ir a Machu Pichu luego de haber llegado hasta Cusco, pero hay que tener en cuenta que no son las únicas ruinas que vale la pena visitar.
Además de Cusco, el Valle Sagrado alberga al menos cinco lugares en los que te puedes regocijar viendo el esfuerzo que algún día hicieron otros hombres para literalmente construir sobre roca su cultura.
Mientras caminas entre paredes estrechas o te sientas en antiguos tronos sagrados puedes dejar volar tu imaginación haciendo conjeturas sobre lo que fue cada lugar y lo que significó cada piedra o habitación. En otro caso, a mi gusto un poco más aburrido, puedes conformarte con las maravillosas y a veces poco creíbles historias que narran los guías que caminan a tu alrededor acompañando rebaños de turistas.
A veces somos tantos los viajeros que atiborramos las construcciones incas, que es casi inevitable romper la magia de estos rincones encantados. Si somos pesimitas sólo podremos ver ruinas modificadas por hombres del viejo continente y del nuevo milenio, unos para destruir y otros para restaurar o hacer negocios.
Sin embargo, si somos optimistas, además de llevar agua y buen abrigo, podemos empacar una buena dosis de creatividad y construir en nuestra mente esas imágenes de un mundo que algún día existió entre cantos poderosos y ritos fantásticos, al fin y al cabo, esas estrellas que nos miran hoy, fueron testigos de seres que supieron escucharlas ayer.

PD: Tengo algunos problemas tecnológicos, muy pronto publicaré las fotos.