01 septiembre, 2006

¡¡ Loros en Trujillo !!

Hoy salí a conocer Huanchaco, el primer lugar que encontré fué un muelle en el que te venden un Nylon y pequeñas conchitas que sirven de carnada. Pagué 3 soles y en 1 hora saqué 3 pececitos. El que aparece en la foto es uno de ellos... ¡¡Muy divertido!!
Sólo que luego te dan otra carnada que son pequeñas cucarachas marinas a las que debes clavarles el anzuelo mientras baten sus patitas... no fuí capaz... tuve que devolver el naylon y la bolsa llena de cucarachas.

Cuando estaba en el muelle un señor se acercó a venderme unos peces hechos por niños de una congregación que se llama Victory Fellowship. Son niños que muchas veces han sido recuperados de las calles o son hijos de personas que están saliendo de problemas con las drogas. No le compré. Pero le pregunté dónde quedaba el lugar y me llevó, en la tarde al sitio de Huanchaco, y en la noche al que queda en Trujillo.

Hicimos una granja de animales en Huanchaco, y loros de colores en Trujillo. Muy enriquecedor como siempre.

Por cierto, me impresiona mucho el culto que hacen en su iglesia, cantan, bailan y la pasan bien, y eso lo hacen todos los días... Creo que es bastante animado tratándose de un culto religioso, me gusta mucho mas que el lúgubre y triste ambiente de las iglesias plagadas de estatuas en sufrimiento. La religión debería ser algo que sea como lo que allí vi. Una Fiesta.

Aquí estoy con los niños de Trujillo...

Aaaa!!! esta es una foto suelta de las ruinas de Chan Chan, la ciudad de barro más grande del mundo...


29 agosto, 2006

Las Primeras Fotos de Perú




¡¡¡En Perú!!!

La frontera


Sembrados de arroz luego de cruzar la frontera...

Al principio el camino es un animal gigante y crees que te va a tragar entero. Cuando salí hace dos meses, pensaba que el trayecto de 2 horas de Bogotá a Melgar era gigante y aburridísimo, ¿o que tal 8 horas hasta Medellín?, ¿o 10 hasta Cali?. Ni hablar de un viaje en auto de Bogotá hasta la costa atlántica. ¿O que tal… en bus? ¿Y que tal si va haciendo paradas en las ciudades principales? Pero ahora un trayecto medianamente interesante no baja de 6 horas, y uno muy interesante está sobre las 12 horas. Ayer salí de Vilcabamba a las siete y media de la mañana, llegué a Loja 1 hora y media después, es decir, a las nueve. A las diez salí en otro bus para Macará, en la frontera. Llegué a las tres. Ahí duré 1 hora cruzando la frontera no sin omitir los comentarios incómodos recibidos en inmigración: “¿A cómo está el kilo en Colombia?”, “Pero… para viajar de esa manera tiene que ser porque tenía un trabajo muy bien pago…” , “¿Y en esa maleta cuántos kilos podrán caber?”. Menos mal que antes de irme mi primo Fernando, odontólogo, me hizo el blanqueamiento de dientes, con ellos pude devorar de una sonrisa el gusano asesino que me bailó en el estómago y que quería salir y tragarse de un bocado a los suboficiales. Luego tomé un taxi-colectivo que en 2 horas y media me dejó en Sullana, ahí tomé un moto taxi que me dejó en el Terminal donde tomé otro bus que a las 12 de la noche me dejó en Chiclayo, ¡¡¡En Peruuú!!! Y es que yo no sé por qué se me metió en la cabeza que tenía que llegar a Chiclayo el mismo día, en la noche me reprendí por ser tan codicioso y querer andar tanto en poco tiempo. Lo bueno es que ésta mañana cuando salí a pasear, tuve mi recompensa… Más abajo están las fotos...


Estas fotos y las demás arriba son en las ruinas de Túcume.




Y las fotos que estaban más arriba...

¡¡¡Más Amigos!!!

Tal vez una de las mayores sorpresas que he tenido en el viaje es haber descubierto que puedo adquirir amigos sin perder mi timidez, y que puedo salir a la calle sin peinarme.
El segundo día en Vilcabamba, mientras subía por unas piedras en forma de indígena durmiente, encontré 4 israelitas en mi camino. Simplemente hablamos del sendero, de la posibilidad de caer, del fuerte viento, de Ecuador y sus costumbres.
Pero yo como soy tímido, pero mi curiosidad es más grande que mi timidez, no me pude aguantar las ganas de preguntarles qué pensaban de la guerra, de los feroces ataques de Israel en Líbano, de los niños muertos y sus sentimientos.
La curiosidad mató la timidez, pero la curiosidad también mató al gato. Uno de ellos respondió feroz que todo estaba justificado, que los árabes se habían llevado a dos de sus compatriotas, que Israel había sido benévolo y que los palestinos no habían sabido responder a su benevolencia. El otro respondió que todo era absurdo, que después de los ataques sólo se podría esperar más violencia, que era imposible querer llegar a la paz usando las armas, que nunca se justificaría la muerte de miles de personas y la destrucción de un país por el secuestro de 2 personas.
Seguramente no debí preguntar. Pero es que andaba con un gran peso desde que había visto casi llorar al Arabito del restaurante de Guayaquil mientras leía el periódico unas semanas atrás. Y tengo que decir que me gustó el segundo punto de vista porque si las fronteras y otras tonterías no existieran, valdría igual la vida de un israelí que la vida de un libanés, y valdría igual la vida de un colombiano que la de un ecuatoriano, y aún mas allá de eso, si pienso en la gente de distintas nacionalidades que voy conociendo en el viaje, todos han sido muy amables. Ninguno de ellos vale más o menos, porque mientras hablo con ellos observo que somos muy parecidos, mucho más parecidos de lo que jamás pensé… Les gusta conversar, les gusta bailar, les gusta ayudar, les gusta criticar, les gusta vivir, les gusta viajar, les gusta el café, les gusta encontrar un hostal agradable, les gusta caminar por los parques, les gusta opinar y tienen diferentes opiniones. Es que tal vez vivimos en distintos países, pero habitamos el mismo planeta.


Estas son las montañas en forma de mujer durmiente.

Esta es la foto que nos tomamos con Ohad en la cima de la montaña. Uno de los israelíes que conocí me preguntó ¿Por qué clavan cruces en la cumbre de todas las montañas?, también me preguntó, ¿Por qué construyen casas sobre columnas de madera?, también me preguntó, ¿Por qué las personas ancianas cargan cosas más pesadas que las personas jóvenes?
Es que somos distintos en la forma, pero en lo fundamental somos iguales. El también es muy curioso.


Aquí mientras íbamos bajando, por cierto, yo siempre soy el más viejo en todos los grupos, casi toda la gente tiene entre 23 y 25 años, lo bueno es que casi todos parecen mayores que yo.

Aquí después de una noche de baile en Vilcabamba, ¡¡Es que los viejitos también bailan!!

Esta foto es tal vez la que más me gusta de las que nos tomamos...
Aquí estamos de izquierda a derecha: Nadav, Eyal y Orna. Bueno y yo.
Pero ésta foto la tomamos en otro paseo al que me invitaron al día siguiente, una gran proeza después de la pregunta imprudente del día anterior.

Y caí en la trampa...


Salí del parque y tomé el bus que me llevaría a Vilcabamba, un pueblo famoso por la longevidad de sus gentes. Seis días después aún me pregunto si es que el tiempo allí pasa muy lento, o si tal vez es que la gente vive más despacio.
Vilcabamba podría ser igual a cualquier otro pueblo, con su iglesia, su parque, sus bancas, sus tiendas y sus niños. Pero es necesario estar allí para sentir como se te olvida que hay un amanecer y un mañana, es como si de inmediato comprendieras que el tiempo es falso, y se te pasan las horas como si fueran mentiras, y puedes irte a dormir y levantarte al día siguiente, y volver a dormir y volver a despertarte, y todo está igual.
Creo que el único que ha muerto de viejo en Vilcabamba es el tiempo.
Estando allí, encerrado una noche en mi habitación, tomé un pequeño espejo de marco azul aguamarina que compré por 25 centavos y me quedé contemplando a un sujeto extraño que me reclamaba el paradero de un hombre de 26 años de peinado pulcro y piel de bebé, un individuo que se levantaba temprano a perder el tiempo y planchar sus camisas, una persona que se decía llamar ejecutivo y que lustraba sus zapatos, un mortal que conducía un automóvil y cambiaba su tiempo por dinero.
Eso pasa en Vilcabamba. Y no le mentí al sujeto del espejo cuando le conté que no sabía a dónde se había ido, tampoco le mentí cuando le dije que ya no me importaba su lugar de residencia. Lo tranquilicé diciéndole que tal vez sólo se había quedado durmiendo en algún rincón de mi persona, pero después volví a decirle la verdad, que tal vez había muerto para siempre. Sé que ya no soy el mismo, y que tal vez lo que ahora soy también muera mañana, y alguien más en el espejo volverá a preguntar donde abandoné mi último disfraz, pero no importa, porque allí estaré para darle alguna explicación.