23 julio, 2006

Ballenas en la Ruta del Sol

Hay cosas que se pueden mostrar en fotografías y es suficiente, pero hay otras que son imposibles de comunicar.

Es como tratar de describir lo que sientes cuando tu mamá te consiente o lo que ocurre cuando conoces a una persona que te gusta. Eso ocurre con la aparición de la ballena jorobada. Es como si el universo te diera un gran abrazo y sólo puedes dejar de respirar y llorar un poco.

Siguiendo la Ruta del Sol en Ecuador, hoy llegamos a Puerto López. Nuestra mayor ilusión era poder pagarle alguien para que se adentrara en el mar con nosotros a bordo y nos mostrara el lugar donde las ballenas jorobadas viven desde junio hasta septiembre.

Nos subimos en una pequeña embarcación con otras 8 personas y navegamos por alrededor de 1 hora mar adentro con una ansiedad que te hace creer que cada ola es una ballena. Finalmente el motor se apaga y todo queda en silencio para esperar que algo que nunca has visto aparezca y te asombre, pero cuando lo hace, ocurre mucho más que eso.

Es como un sueño del que recuerdas cada detalle, pero crees que es imposible contárselo a alguien porque de cualquier forma sabes que nadie lo entendería…
Del silencio salió una aleta blanca y manchada que nos saludaba como si hubiera sido entrenada para hacerlo. Segundos después pudimos ver el cuerpo casi completo de una ballena que nos mostraba sus barbas rayadas en saltos que se repetían para reafirmar que el mundo es majestuoso.
Durante más o menos 20 minutos tres ballenas rodearon el bote para que todos los que estábamos dentro pudiéramos verlas, y luego, cuando se aseguraron de que nadie en el bote podía pronunciar palabra, volvieron a batir sus aletas para despedirse y se alejaron lentamente sin dejar de saltar.
Después de ésta sobrecogedora experiencia también se me ocurrió pensar que esto es mucho mejor, más lindo y más barato que ir a Disney, y no tienes que pedirle a nadie una visa para verlo. Ojalá que cuando tenga un hijo todavía quede alguna de las 6.000 ballenas jorobas que restan en todo el planeta y lo pueda traer para que desde muy pequeño sepa que se pueden vivir cosas mejores de las que se ven en televisión todos los días.

(La colita)

(Un saudo)

(Un salto)

(El lomo)

(Otro saludo)

Welcome to Montañita

Después de Guayaquil fuimos a un lugar que se llama Salinas. Una pequeña ciudad con playas extensas donde los ecuatorianos van a pasar vacaciones y han adaptado la costa para recibir a mucha gente, pero con Koji no encontramos a nadie. No se si porque igual que nosotros, las otras personas se dieron cuenta que no había mucho para ver, o simplemente, no es temporada alta.

Pasamos 36 horas en Salinas y partimos al día siguiente hacia la prometida “Montañita”. Un lugar del que se decían muchas cosas pero muy poco se encuentra escrito en los folletos turísticos. Luego entendí que tal vez no hay nada escrito acerca de Montañita porque no es tan fácil describir ese lugar.
Bajamos del bus y encontramos 5 manzanas de hostales, bares bohemios, extranjeros arraigados, mochileros artesanos, surfistas, malabaristas, hijos de surfistas y un poco de reggae, todo mezclado en una pelotita y colocado en medio de la nada. Muy chévere.

Allí hice el intento de practicar el body board no sin tragar agua, perder piel de la barriga y casi 2 uñas del pie, bailé toda la noche con 2 niñas de Gales, bebí mucha cerveza, conocí gente interesante y aprendí a jugar billar.

Montañita no es un pueblo ni una ciudad, es como una masa de olvido en la que todos los que la conforman quieren escapar de algo. Es un sitio con un poco de magia, algo de perdición, mucho alcohol y bastante de no hacer nada, es algo así como el lugar ideal para la gente que aún cree que puede escapar del “establecimiento”.

A propósito, después de visitar éste lugar, no sé como los hoteles pueden cobrar cientos de dólares por una habitación con vista al mar cuando en Montañita encuentras una romántica cabaña a 2 metros del océano pacífico por 4 dólares la noche.

Este es un malabarista de fuego que se llama Alejandro. Es colombiano y tiene quemada una parte de su rostro. Vive en Montañita hace más de 4 meses.

Aquí estoy yo con mis morrales en Montañita.


Aquí estoy con algunas cervezas encima y las dos niñas de gales que no pararon ni un segundo de bailar.

Esta me la tomó Koji el día que llegamos a Montañita.