19 julio, 2006

Ultimas fotos en Guayaquil...



¡¡Y Guayaquil sonrió!!

Desde antes de viajar, Koji me había contado que en los países a los que iba, siempre buscaba fundaciones o escuelas marginales para enseñar origami a los niños, y yo, antes de partir me propuse acompañarlo para saber como era la experiencia.

Al lado de nuestro stand en la feria, estaba el de la Fundación Sai Baba (maestro espiritual de la India) del Ecuador, que tiene una escuela de niños de escasos recursos en un barrio perdido de Guayaquil y con Koji acordamos ir un día para estar un poco con los niños.

El día siguiente de haber terminado la feria llegamos al lugar. Un barrio en el que la guadua de la que están hechas las casas se ha hundido en la tierra para darle paso a los autos, un sitio en el que tienes que reír para que no te den ganas de llorar, un espacio en el que Dios decidió entrar a través de una pareja de ecuatorianos que hace 5 años fundaron una escuela, que en realidad parece un pedazo de luz en medio de una gran nube de polvo.

Entramos y de inmediato nos ofrecieron desayuno vegetariano, que comimos mientras nos mostraban lo que eran antes las instalaciones que ahora veíamos. Parece que el universo se vuelca hacia aquellos que se atreven a sembrar en el lodo y les ayuda, porque en sólo 60 meses Peggy y Guillermo con la Fundación de Sathya Sai Baba del Ecuador, convirtieron un pantano en una escuela que por fuera es de 2 pisos de ladrillo y cemento y por dentro es de alma y corazón.

Visitamos los salones de clase, niños de 5 y 6 años cantaron “Dios está Aquí”, lloré un poco, hicimos origami, nos reímos, aprendimos, nos dieron una gorra de regalo y luego nos fuimos.

Al día siguiente visitamos una biblioteca pública, también marginal. Allí 7 mujeres nos esperaban con un micrófono, un altoparlante y 31 niños de una escuela de Guayaquil. Mientras Koji explicaba las figuras, yo sostenía el micrófono y trataba de ayudar a los niños que no podían hacer bien el trabajo. Había manos pegajosas, otras lastimadas, algunas con alergias, manitos torpes y manitos dóciles, manos que querían volar.
Hicimos la actividad, nos invitaron a almorzar, nos dieron regalos, reímos otra vez y nos fuimos.

Cuando íbamos de camino de regreso en el taxi, le pregunté a Koji si siempre que él hacía actividades con los niños las personas reaccionaban tan generosamente hacia él. Me dijo que si.

Y no he podido evitar sentirme mal. Porque nosotros solo fuimos a jugar un rato con un grupo de niños, y cuando lo hicimos, recibimos su alegría, su amor, su calor, su admiración, sus canciones, sus sonrisas, sus aplausos y además de eso nos dieron de comer, nos transportaron, nos enseñaron y nos pidieron que volviéramos.

Nos dieron tanto y dimos tan poquito…

Hoy nos vamos de Guayaquil pero teníamos la mañana libre así que decidimos ir de nuevo a la Escuela de Sai Baba. Como yo no se mucho de Origami compré plastilina y organicé un taller para enseñar a hacer un pingüino. Esta mañana hicimos la marcha de los pingüinos en una tabla de madera y al finalizar todos dieron las gracias al mismo tiempo mientras otra vez se me nublaban los ojos.
Sé que con sus vocecitas dulces y sencillas han comenzado a derribar las paredes que un día le construí a mi corazón. Hay tantas cosas que nos importan muy poco pero que para otros valen tanto…

Y mientras el tiempo avanza, ya estoy cerca de cumplir un mes de haber salido de mi país.
Creo que no puedo ser católico porque no podría creer que Dios nos castigue yendo al cielo tan rápido cuando aquí en la tierra hay tanto por vivir y conocer. Sería un crimen que nos llevara de esta tierra para siempre, sin poder poder volver a nacer, sin poder regresar para seguir viviendo.





Un poco de todo...

Desde hace días quería escribir, pero en realidad últimamente no se por donde comenzar nada. Tal vez Koji ya me enseñó que siempre que me preguntan algo puedo decir “no se”.

No sabía si debía narrar la conmovedora experiencia de conocer al libanés dueño del restaurante “El Arabito” donde desayunábamos algunos días y quien se lamentaba por el bombardeo de Israel a Líbano mientras que nos preparaba un Shawarma de rabia y tristeza.

No sabía si debía escribir que me siento mal por haber convivido 2 meses con Koji sin haberlo conocido, y que ahora en tan sólo unos días se ha convertido en mi familia, mi maestro y mi amigo.

No sabía si debía escribir acerca de la mariposa que puso sus huevos en nuestro stand el mismo día en que Koji fabricó una mariposa de papel.

No sabía si era mejor guardar silencio y adjuntar algunas fotos...

Esta es la foto de la mariposa que puso sus huevos en nuestro stand.

Esta es la pared del restaurante "El Arabito".

Estos somos nosotros esperando el bus todas las mañanas...

Este soy yo tomando un baño de papel.


Esta es una conocida con la que no pude hacer amistad a pesar de que durmió conmigo cada noche.

(Tuve que matarla, éste es el Tour de la Langosta... no de la cucaracha...)